
Recuerdo cuando nos escandalizamos el día que Uslar nos llamo «pendejos» en un artículo o entrevista. No recuerdo ahora el contexto ni el medio pero sí la alarma que provocó la trasgresión del viejo patriarca de nuestra cultura.
Recuerdo cuando en la Escuela de Comunicación Social en la UCV nos prevenían contra el uso de muletillas, palabrotas y groserías en los artículos porque los desmerecian y nos quitaba autoridad intelectual. Uslar de un plumazo nos dio patente de corso.
Hoy el Vicepresidente nos dice que con o sin firmas estamos jodidos. O sea.
Y me disculpa el Vicepresidente de esta nación, pero creo que porque estamos jodidos fue que firmaron los que pudieron. Y porque estamos jodidos es que repararon sus firmas los que pudieron reparar, porque el CNE jodió a unos cuantos anulándole las firmas sin ninguna razón aceptable.
Y bueno, cómo es eso de que estamos jodidos con revocatorio o sin él. Será porque no tenemos solución como país. Será esa una admisión de las fallas de este gobierno. O de sus objetivos, los cuáles serían ¿joder por joder?
La palabreja da para todo. Lo que es jodido es que el vicepresidente de una nación use ese lenguaje para decir: ¿Que no tenemos solución? ¿Que las iniciativas civiles y cívicas, apegadas a las leyes y al derecho constitucional sólo sirven de papel higiénico?
Desde el famoso «pendejo» usado por Uslar, todo el mundo se relajó en el país y el lenguaje dejó de ser cuidado y apreciado como instrumento para construir. Incluso los periodistas no sólo usan palabrotas sino además usan palabras «domingueras». Esas que suenan cultas y se usaban en el pasado en los encuentros de la misa entre la gente que iba a lucir sus mejores trajes, los trajes de domingo.
Hoy esas palabras no tienen lustre de domingo, ni son usadas apropiadamente y lo que se dice no tiene ningún significado dentro de lo que está pasando. El Vicepresidente ha dejado el traje olvidado y el uso del lenguaje también.
Unos me dirán que ese es el lenguaje del pueblo y yo les diría que menosprecian a ese pueblo, lo subestiman y no lo aprecian en ninguna medida. No sólo eso, sino que con el uso de ese lenguaje evidencian una absoluta falta de respeto a ese pueblo, es decir, a todos. Es lo mismo cuando alguien dice que el venezolano es flojo y no se ha pegado una cola desde Charallave o Guarenas para venir a Caracas todas las mañanas a trabajar. O no ha visto la cola a las 6 de la mañana en la puerta del Metro de Petare.
¿Por qué seré que nos queremos tan poco y toleramos que el Vicepresidente diga oficialmente que estamos jodidos con o sin revocatorio? ¿Por qué será que hemos perdido respeto por nosotros mismos y nuestras instituciones? ¿Por qué será que el Vicepresidente se permite usar ese tipo de lenguaje para dirigirse a sus oponentes y la nación?
Este es un extraño homenaje a Uslar, porque con su «pendejo» permitió el bochinche con el lenguaje, y sin querer destapó la caja de Pandora de nuestros males que día a día se evidencian en cómo usamos nuestras palabras. Su «pendejo» flexibilizó nuestro uso del lenguaje, el cual eventualmente ha sido objeto más de abuso que de otra cosa. Las palabras son poder y ese poder está corrupto.
Para mí sin duda, con o sin revocatorio, estamos jodidos, pero por otras razones.
Publicado en www.analitica.com y www.despuesdechavez.com