El libro es un objeto sagrado.
Una invitación a la profanación como toda cosa sacra.
A la manipulación, a la lectura, a la relectura, al subrayado y las anotaciones en los márgenes.
En estos actos lo leído se hace real, participa del cosmos individual, lo evidencia.
Es como el amor. Impoluto primero, objeto de reverencia.
Luego reconocido en cada rincón del cuerpo amante. Concreto en la mutua posesión.
Leído y releído con los sentidos, subrayado y con anotaciones hechas al tacto… con las manos o con la boca o con la lengua.
Sólo se profana lo sacro.
Y ni hablar de los libros que se leen, se piensan, se digieren, y se vuelven a leer con la misma avidez que el primer día, como un par de novios jóvenes descubriéndose y redescubriéndose.
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Uf
Sorprendente simil, me encantó, en primera instacia no deja de chocar la idea de cometer sacrilegio, pero una vez reposados los ojos, no se puede más que estar de acuerdo.
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Me descubro sacrílega en la lectura.
Gracias por la revelación
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Saludos, me gusta este post. Tienes razon, solo se profana lo sagrado, yo odio esa nocion «sagrada» que algunos le dan al libro. En realidad lo hacen para mostrar su lavor como algo divino… Creo que precisamente lo sublime de la escritura es su caracter extremadamente humano.
Te invito a mi blog. http://eternomediodia.blogspot.com
Que lo disfrutes.
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