Bolívar y estos tiempos desnudos

Cuando supe que Tunick iría a Venezuela me pareció una nota. Un desnudo colectivo es como una manera de decir: somos y estamos aquí. Sin rollos. Me sorprendió que fuera tanta gente al encuentro sabido como sabemos lo narcisos que somos los venezolanos en eso del tratar de vernos bien y ocultar los defectos. Pero ahí estuvo un pocotón de gente enseñando con soltura los cuerpos esbeltos o abundantes. La siliconas y los mondongos. Y creo que se vió más de lo último que lo primero.

Cuando me enteré de que la Alcaldía de Caracas había patrocinado el asunto me sorprendió gratamente. Pero mayor sorpresa fue este artículo en Noticiero Digital donde se denuesta de la actividad llevada a cabo ¡porque le falta el respecto a la figura del Libertador!

A mí en todo caso me pareció una metáfora contundente ese «estar desnudos» frente al principal ícono de nuestro país. El desnudo como metáfora es el despojamiento total, es la suprema evidencia de lo que somos y mostrarse desnudos al lado de Simón Bolívar la verdad es que me parece hermoso.

Y me lo parece porque Bolívar nunca fue ni se mostró como lo que no era. Su pensamiento y escritos lo atestiguan así. Era un ser fiel a sí mismo.

Lo mejor del artículo en cuestión son los comentarios que uno no sabe si tomarlos a guasa o deprimirse, donde se incluyen alusiones al Bolívar «gay» del carnaval de Brasil. Los argumentos giran en torno a la figura sagrada de Bolívar o por el contrario el hasta cuándo Bolívar. La supuesta falta de respeto en fotografiarse desnudo ante él, o mostrarlo en un carnaval brasilero. O lo bueno de haberle «pelado el culo» a su estatua en la Av. Bolívar de Caracas.

Bolívar era oligarca, sifrino, arrogante, tirón, romántico, idealista, narciso, inmisericorde si era necesario y excesivamente autoritario, o compasivo y humilde si era el caso, intelectual y poeta, sentimental y valiente, con visión de futuro, y no sabremos hasta qué extensión, un erotómano, porque las cartas eróticas a Manuela, las quemó si la memoria no me falla, Don Vicente Lecuna padre, en los predios de la Academia Nacional de la Historia porque a su juicio serían una mácula para su memoria. Qué mal favor nos hizo.

Bolívar fue un hombre de su época, de su momento y un extraordinario ser humano para emprender las hazañas que emprendió y ser siempre consistente con sus ideas. No se privó del amor, ni de las aventuras, sufrió traiciones y desengaños y murió como cualquier persona.

Los comentarios criticando la sesión de fotos develan una estrechez de visión, para mí insólita en estos tiempos, pero también la ignorancia sobre las palabras y pasiones del Libertador quien escribiéndole a Manuela, en una de las pocas cartas sobrevivientes y más difundidas, le dijera:

«Llegaste de improviso, como siempre. Sonriente. Notoria. Dulce. Eras tú. Te miré. Y la noche fue tuya. Toda. Mis palabras. Mis sonrisas. El viento que respiré y te enviaba en suspiros. El tiempo fue cómplice por el tiempo que alargué el discurso frente al Congreso para verte frente a mí, sin moverte, quieta, mía…

Utilicé las palabras más suaves y contundentes; sugerí espacios terrenales con problemas qué resolver mientras mi imaginación te recorría; los generales que aplaudieron de pie no se imaginaron que describía la noche del martes que nuestros caballos galoparon al unísono; que la descripción de oportunidades para superar el problema de la guerra, era la descripción de tus besos. Que los recursos que llegarían para la compra de arados y cañones, era la miel de tus ojos que escondías para guardar mi figura cansada, como me repetías para esconder las lágrimas del placer que te inundaba.

Y después, escuché tu voz. Era la misma. Te di la mano, y tu piel me recorrió entero. Igual… que los minutos eternos que detuvieron las mareas, el viento del norte, la rosa de los vientos, el tintineo de las estrellas colgadas en jardines secretos y el arcoiris que se vio hasta la media noche. Fuiste todo eso, enfundada en tu uniforme de charreteras doradas, el mismo con el que agredes la torpeza de quienes desconocen cómo se construye la vida.

Mañana habrá otra sesión del Congreso. ¿Estarás?»

Si este escrito hubiera sido hecho en nuestra situación actual, que no dirían la oposición y gobierno…

Y ¿qué creen que hubiera pensado de ese poco de gente en pelota al lado de él, si hubiera sido un hombre de estos tiempos?

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Las fotos de Spencer Tunick en Caracas

3 comentarios en “Bolívar y estos tiempos desnudos

  1. Esto lo trató de postear Mauricio de http://enmediodelruido.blogspot.com

    En nuestra ciudad de Pereira hay una estatua, el Bolívar desnudo, del maestro Arenas Betancourt. Te copio la descripción que el mismo autor hace, tomada de http://www.concejopereira.gov.co/paginas/pereira06.php#null

    «Quedó desnudo el hombre, tal un cristo a caballo. Desnudo el caballo, desnudo el fuego – como en las manos de Prometeo – desnudas las banderas. Nada más, nada menos que un Prometeo: el hombre volando con el fuego sobre la bestia y sobre las montañas en donde los hombres duermen y engendran. Ciegos que buscan la luz. Esclavos que buscan la libertad. Bolivar – Prometeo. Bolivar – tempestad. Bolivar – incendio. Tal es mi estatua. No otra cosa fueron las guerras de independencia … un anhelo de libertad para conocer, para vivir, para crear».

    La foto la encontrarás aquí
    http://www.flickr.com/photos/orzalaga/109742846/

    Lo hago por él porque no le funcionó.

    Si alguien tiene problemas por favor avísenme a: escribe@k-minos.com

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  2. Bueno Kira, hace veinte años no se podía pasar por la Plaza Bolívar en pantalones ni con bolsas de mercado. A mi eso siempre me pareció bien gracioso, así que no me extraña para nada la reacción del artículo de Noticiero Digital.

    Por otro lado, a mi no me gustó la foto sobre la estatua de Bolívar. La cosa me pareció Musoliniana, y la composición con los cuerpos desnudos me recordó el cuadro del Infierno de Bosch.

    Saludos.

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  3. Jamás había leído ningún trozo de esa carta que, tal parece, es bastante famosa. La verdad, después de la Cátedra Bolivariana todo lo de él me parecía un soberano fastidio. Pero escuchándole esas palabras (obviando, claro la cursilería del último párrafo) podría haberme derretido por Bolívar, seguramente yo hubiese ido a la otra sesión del Congreso.

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