Divagación sin título y sin final

Antes me era más fácil escribir en el blog porque el hecho de vivir en otro país y mantenerme atada emocionalmente a Venezuela me daba la sensación de estar como en una suerte de limbo. Un limbo en el que lo que escribía también se sumergía, desconectado, abstraído de la realidad. Y ahora es diferente, desde hace 3 años lo es. Este año ha sido de mucho tránsito entre distintas realidades gracias a los viajes y todas las actividades en las que me he involucrado en Venezuela. Son realidades que vivo con intensidad, la de estar lejos por trabajo y la de estar en Venezuela, participando de talleres, recitales, seminarios y demás.

Hoy escribo esto amanecida por el jetlag, luego de haberme prometido, una vez más, reactivar mi compromiso con el blog que no es sino conmigo, a este ejercicio de volcar acá lo que me ocupa, lo que siento que debo o puedo compartir.

Algo cambió luego del regreso a Venezuela. El miedo ha tomado un lugar en mí que antes no tenía. Todo el mundo vive con miedo en el país. Yo abandono el miedo una vez que tomo el avión en Maiquetía. Luego de la sensación de vivir en una amenaza constante de la criminalidad, uno se somete a otra sensación, la de la humillación gracias a un número insólito de guardias nacionales que te interrogan en la cola del check-in y luego antes de abordar… que si adonde vas, si viajas sola, qué haces, etc. y que te abren la maleta, el equipaje de mano, te sacan toda la ropa y la pegan a la cara para olerla (sí, la pegan). Alguien debería decirles que usen guantes y mascarilla, por higiene y seguridad de ellos y de la persona requisada como mínimo. Sencillamente no entiendo, por qué, en nuestro país, todos somos «sospechosos», a excepción de los cientos de chinos que abordan los vuelos a París y Alemania, quienes pasan lisos ante esos chequeos con su flamante pasaporte bolivariano (nadie me lo contó, ya lo he visto repetidas veces este año así como todos aquellos que han viajado a esos destinos). En general, a nivel humano, me alegro por ellos, de alguna manera con esos pasaportes han encontrado alguna libertad y consideraciones que no tienen en su tierra, de la misma manera que muchos venezolanos han buscado con otros pasaportes tratando de encontrar calidad de vida y librarse del miedo.

Pero igual me es incomprensible, irritante, doloroso, sentirme tan poco confortable en mi propia tierra en su puerta de entrada y salida, el principal aeropuerto del país, cuyo nombre Simón Bolívar, ya no es sinónimo de gloria y orgullo sino de excusa para el mal gusto, la cursilería, y el abuso de poder. Sé que hay gente que ha sido maltratada en aeropuertos fuera, pero serlo en el de uno es demasiado significativo.

No entraré en mayores disquisiciones al respecto, porque siento que no vale la pena, porque quizás ya en tan sólo estos casi 3 años me he acostumbrado al maltrato, el abuso y la violencia verbal que predan en nuestro país y estoy igual de anestesiada ante el absurdo como los demás. Y reacciono sólo en situaciones límite como el asesinato o secuestro de amigos, cuando siento la rabia y el odio por la indolencia con la que nuestra vida es considerada por los estamentos del poder. Todo discurso político me suena a hueco y resulta espantosamente ridículo ante las decenas de muertes cada fin de semana en el país. Algo le ha sucedido a nuestro espíritu, algo hemos perdido que no sé si podamos recuperar. La empatía, la compasión, humanidad que destella a veces pero que en general ha sido relegada por los odios.

Y me es mucho más fácil escribir sobre cómo me siento con medio planeta de por medio. En cuanto tomo el avión aquello que me constriñe el pecho desaparece, lo que me limita sin yo querer, sin realmente saber, se deshace. Me siento libre de decir, sumida en cansancio y con calmita lo que siento, que no ya ni siquiera lo que pienso. Libre de tener la guardia en alto ante la posibilidad de la respuesta airada, el regalo de insultos, la oferta de golpes. El miedo adopta tantas formas, y es así de simple como nos derrota.

 

23 comentarios en “Divagación sin título y sin final

  1. Que lástima leerte y recordarme de «mi» Venezuela tranquila, amable, acogedora y segura, tan distinta de la actual, me da angustia y una tristeza que no se explicar…
    Me sorprende lo que dices de los chinos, no lo entiendo, no se porque los tratan con deferencia…
    Salud y besitos

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    1. Lo de los chinos es porque están empleados para hacer parte de los trenes y otras cosas en Vzla, que nadie sabe exactamente qué… y por supuesto no hay prensa ni medio que meta las narices en el asunto, prefieren engancharse en cubrir las diatribas de insultos en la Asamblea Nacional o si el presidente se inyectó la quimio o no…
      Sí la tristeza que le ocasiona a uno esto es inexplicable, es un luto realmente. Un abrazo Genín!

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  2. Tocaya:

    Este escrito me ha tocado bastante porque básicamente siento lo mismo desde que llegué a Japón. Y cuando uno está en Venezuela le parece normal la violencia, las muertes, los robos pero luego llegas a una ciudad donde puedes andar en bici a CUALQUIER HORA del día o de la noche y te sientes tranquila. Donde las instituciones funcionan, donde el respeto al prójimo es lo más importante. Y son un país más pequeño, sin la mitad de nuestros recursos y aun así nos llevan la morena en casi todo. Es desde aquí cuando te das cuenta y cuando te duele demasiado la patria.

    Excelente escrito, gracias por compartirlo

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    1. Hola Kirín.. Qué nota que estés en Japón, buscando realizar tus aspiraciones… Es así como dices, te duele demasiado la patria. Y es un dolor que sumado a cierta impotencia e incertidumbre sobre qué hacer al respecto lo que nos sumerge en esta parálisis anestesiante… no sé digo… es difícil describirlo.
      Los mejores deseos en esta nueva etapa de tu vida.

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  3. Es una lectura dialéctica, con su tesis de belleza por la buena escritura y la calidad humana que se desnuda en los talleres, recitales, y seminarios en que participa la autora, y tambien con su antítesis de miedo, humillaciones, vejaciones que experimenta la autora a manos (o deberíamos decir zarpas) de un estado que se disuelve en odio y desprecio. Y con su síntesis pendiente, esperando el final.
    Sí existe la hermosura en la sociedad. La conoce Kirín paseando en bicicleta por las calles de Japón, la conozco yo caminando por los parques de Ann Arbor con Telémaco. Una hermosura que anida en el colectivo de empatías que vivifica, en el «somos». Lamentablemente, hay problemas en la capa de «somos» de Venezuela. Se rompió el pacto social; estamos en el umbral de un pacto con el diablo.
    (Gracias a @chegoyo por el link)

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  4. Kira, te entiendo en tu sentimiento. Es muy difícil describir la sensación de angustia al salir y entrar a Venezuela a través de un aeropuerto. Uno se siente como si el ilegal, el clandestino, el rebelde, el terrorista, el criminal fuera uno. Con miedo uno camina a inmigración, luego a declarar impuestos cuando regresas.

    A mí me sucedió la semana pasada algo similar, pero no con tanta cizaña (supongo que mi cara de chamita me hace en cierto modo un poco más inocua para ellos), pero la situación fue similar, en voz alta y con tono inquisidor me dijeron: «periodista, ¿no?». Yo con mi frente en alto dije que sí, y comenzaron más preguntas profundas sobre mi ocupación. Escribió la funcionaria algo en un cuadernito, se quedó con mi pasaporte como un minuto y luego me dejó pasar.

    Es la estrategia del terror, un arma que hace que el miedo latente se haga permanente y quede impregnado a nosotros. Yo no le di gran importancia a lo sucedido, pero después de leer tu escrito y el de Luis Carlos y escuchar la anécdota de otra colega me di cuenta de que no estoy sola en esta caja de pavor.

    Abrazos,

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    1. Estrategia o no, el punto es que funciona porque es real lo que produce el miedo. No es una abstracción. Pero bueno hay que hablar de ello sin histerismo y apuntando lo que ocurre.

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  5. Hola aquí te dejo dos artículos fíjate en las fechas:

    http://noelalejandrolealrojas.blogspot.com/2011/04/la-revolucion-del-recogelatas-httpwww.html

    http://noelalejandrolealrojas.blogspot.com/2011/04/al-colectivo-venezolano-le-quebraron-la.html

    Aquí te dejo la esperanza de una patria libre y soberana:

    http://venezuelavetada.blogspot.com/search/label/Juan%20C.%20Sosa-Azp%C3%BArua

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    Por temor al dolor vivimos sumidos en el dolor, por temor a la muerte permitimos que día a día nuestra Patria muera. Solbp.
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    Cuando la paz significa rendirse, miedo, pérdida de la dignidad y libertad, no es paz ES SUICIDIO. Oriana Falacci.
    —–
    Dolor infinito en la patria de Bolívar que otrora desbordó sus fronteras llevando libertad a cinco naciones, dolor infinito en la patria que ahora esclavizada, desborda sus fronteras para esclavizar otras naciones en nombre de Bolívar. Solbp.

    Saludos de paz y esperanza.

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  6. Creo que de una u otra forma, esta reflexión tuya nos toca la fibra, la del patriota, la del desertor, la del que se queda y el que se va. Por eso me molesta cuando enjuiciamos a los que se han ido sin saber lo que se siente en esos exilios. Es tan universal este sentir del venezolano, esta inercia sumada a la impotencia, este malestar colectivo… este miedo.
    Hay que escribir, Kira, como tú lo haces, hay que describir este malestar, hay que manifestar toda esta ignorancia que nos circunda y hacerse eco de la inconformidad. Gracias por ser parte de esos que escriben y nos cuentan.

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    1. Yo creo que hay que examinar todos estos sentimientos sin prejuicios. Creo que mucha gente se siente así y le da vergüenza expresar esa «debilidad». Pues no todos somos fuertes o tenemos la fibra del desafío a lo que intenta aplastarnos. Cuando le comento a mis colegas acá cuentos de secuestros a asesinatos que han sucedido a gente cercana a mí, sencillamente no entienden como podemos vivir así. Son colegas a quienes nunca les han asaltado a ellos o a nadie de su familia o amigos en su vida. Me miran con lástima y horror, no por el cuento en sí, sino porque como lo cuento como «business as usual» piensan que estoy emocionalmente deshabilitada.

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  7. Tienes razón y lo peor (triste) uno termina acostumbrándose. La violencia es algo normal, salir de noche con tus amigos es algo imposible,ni se te ocurra salir a la calle con un celular caro.

    Claro tu presi dice que es mentira todo. (Puede ser, yo soy pobre no tengo guardaespaldas).

    Besos y tranquila uno siempre sobrevive.

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  8. Esa es su estrategia que se nos pegue el miedo… y nos quedemos afuera, huyendo. Para terminar de saquear el país impunemente. Y nos quedamos creando, investigando, dando y recibiendo amor, riendo… Nos nos vamos a vivir «llenos de nada» en un lugar donde podamos fingir que no nos alcanza el miedo. Y ganamos.

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    1. Pero el miedo se torna en realidad cuando te asesinan al amigo, o lo secuestran, etc… El miedo no es producto sólo de una estrategia, tiene raíces en la realidad que le circunda a uno y tiene mucho tiempo creciendo. Ahora al miedo le acompaña la rabia… y a esa rabia es a la que él debería tener miedo… Yo estuve fuera, regresé, no sé si me vuelva a ir. Mi raíz está en Venezuela. Si algún día renuncio a ella, lo haré sin vergüenza. Y no cuestiono a quien se vaya o se quede. Todos tenemos el derecho de decidir cómo queremos ser felices

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  9. «Y no cuestiono a quien se vaya o se quede». Es una cosa que me impresiona, la ferocidad que muestra mucha gente que decide irse en contra de quienes deciden quedarse. Pareciera que en el fondo no son felices con lo que decidieron.
    Yo trato de vivir sin miedo y sin rabia. Y sin vergüenza. Eso último es muy importante.
    Y si me voy, quiero que sea por amor, como cuando me fui hace 10 años, como cuando regresé hace 5 años. Nunca con vergüenza. «Ese sucio no se quita».

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    1. Creo que ese es el ejercicio, tratar de hacerlo. Y sí cuando uno regresa la gente no entiende, ni los que están acá ni los que están afuera. Están llenos de resentimiento, que no encuentro sino como consecuencia natural de toda la intolerancia y falta de aceptación del otro que vivimos. Es posible que también tenga que ver con la vergüenza. ¿De no haber aguantado o de estar aguantando demasiado? No lo sé. Pero siento que lo que dices es lo ideal si uno se va o se queda que sea por amor. A la patria, a los hijos, a la aventura, etc. Eso no es lo que ocurre siempre. Cuando es de otra manera nos restamos felicidad por un buen largo tiempo.

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  10. No conocía lo que es el miedo hasta que me atracaron en una calle comercial a las cuatro de la tarde.El asco que sentí en la comisaria cuando realicé la denuncia es algo que, todavía a pesar de que han pasado dos años, siento cuando revivo aquellos ojos rojos y el olor nauseabundo de los chamos que me agarraron para llevarse apenas nada.
    Recuerdo la historieta que me comentaron sobre la corte cale y esas figuritas naif que venden por todas las esquinas en Caracas.
    Me ocurre como a vosotros, me olvido de la politica pero a través de relatos y novelas que escribo denuncio todo aquello que creo no debería ocurrir.

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  11. Hoy participé en una discusión sobre psicología organizacional positiva. Presentó un médico del hospital de UMich. En los bosques hay un insecto que transmite una enfermedad llamada Lyme Disease. Se cura con tratamiento, pero queda por mucho tiempo una secuela llamada Lyme Fatigue. La gente se siente cansada y sin ganas de hacer cosas. Hay pastillas y vacunas para que la gente se vuelva pilas; hay pastillas de cafeína y bebidas de energía. Sin embargo ningún tratamiento es tan eficaz como la solidaridad y el cariño de tus amigos y familiares. Si te visitan, si te invitan, si te acompañan, si te invitan a comer, eso es mucho mejor que las pastillas.
    El infortunio del chavismo no consiste solamente en el atraco o el abuso de los guardias en el aeropuerto. Esas son lesiones que dejan huella. El chavismo es como una Lyme Disease colectiva que desgasta lo humano, que corroe la solidaridad, que siembra amargura y desconfianza. No creo que eso se quite con pastillas. Ahora la MUD trabaja en una ley de transición. El chavismo se va a acabar, la pesadilla va a terminar. Además de la transición de poderes, debería alguien pensar en la transición de la cultura del miedo a la cultura solidaria. Necesitamos programas para que renazca la esperanza y la empatía en la sociedad venezolana. El aerosol chavista ha creado un hueco en la capa del «somos». No debemos fallar cuando nos decidamos a cerrar ese hueco.

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