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Breve del monzón

El monzón trae la melancolía a Dhaka. Es inevitable. La lluvia que como película gris nubla la vista de la ventana, la canción insípida y triste del agua cayendo, no hacen sino convocar suspiro tras suspiro. Añorar un adónde ir, un café o un tecito con amigos del alma, una conversación inteligente y honesta. Pero sólo es posible una visita razonable a los medios digitales. Y para nada, para seguir suspiro tras suspiro pensando en los olvidos de Dios para con este mundo que vive mordiéndose la cola como un perro tonto y confundido.

El cielo retumba y vibra ajeno a este pensamiento microscópico. No puedo sino pensar cuán extranjeros somos todos a este planeta. La realidad verdadera es el cielo reverberante, la lluvia que cae, el gris que emploma el ánimo, no las noticias. Las noticias son de fabricación humana, sus consecuencias nuestra responsabilidad. Pero qué cansancio con esta idea. La lluvia debiera lavar todo.

Hay tantas cosas pendientes, y este clima, este desasosiego me sabotean las ganas de terminarlas, pero es un sentimiento temporal, de hoy, de este momento, como tantos otros donde me dejo abrumar por las circunstancias y sucumbo a la tentación de la dejadez. Pero ya. Nada de qué preocuparse. Es sólo un momento que excusan estas líneas, que me acompañan, pero no definen sino este minuto regodeado en el tedio del monzón y sus susurros a los sentidos.

Monzón

Luego de semanas de extremo calor en las cuales la temperatura fluctuó entre 33 y 40 grados centígrados. Hoy, luego de someternos a la incertidumbre de si el 14 de junio sería de verdad la fecha del inicio del monzón -como tradicionalmente es-, ha reventado una lluvia con truenos y relámpagos que ya tiene cayendo dos horas y media ininterrumpidas y que no pareciera tener intenciones de amainar.

La incertidumbre se nos presentó en la forma de un cielo encapotado y pesado durante los tres últimos días. A veces unas gotas de segundos amenazaban con dejar libre al cielo, pero nada. Nos sentimos por esos tres días como si viéramos oscilar una bombita de agua monstruosamente a reventar sobre la punta de un alfiler. Esperando que el peso del agua solucionara el agobio del calor dakhaíta.

Algunos llegaron a pensar que en realidad sí estaba lloviendo esos días pero que el agua se evaporaba antes de llegar al suelo, contribuyendo a la espesa humedad que nos estaba empapando el alma de bochorno. Pero no era sino una de esas alucinaciones (con el perdón de los alucinados) que estos climas tropicales producen sobreimponióndose a toda razón.