Etiqueta: Memoria

En el fondo de la mirada

[La muchacha de la perla de Vermeer]

me volví a verte de nuevo
dejé la impronta de mi aliento en ti

quise por última vez
darte mi imagen
impregnar tus ojos perplejos
esconderla en recuerdos inasibles

sólo juegos solares la convocarán al presente

la mirada indiscernible
el rostro inundado en luz tardía
la boca entreabierta
presta al beso deseado en susurro

habitaré la oscuridad de tu memoria
esperaré que me invoques
nocturno
cuando el deseo te asalte

allí estaré
en el fondo de tu mirada

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Escrito en Caracas, 11-02-2010.

Mañana rara

Es una de esas mañanas raras dónde no sabes en qué mundo andas, ni qué debes hacer ese día exactamente o si lo debes hacer, en las que te provoca esconderte del universo, para que no te roce, que no apriete donde duele, que deje respirar libremente sin presiones de ningún tipo. Rara esta mañana, con sol y nubes grises, sin definir si será luminoso el día o tormentoso… Me dicen que tronó de manera inusitada anoche… por lo alrededores de la Florida… acá por donde vivo no escuchamos nada… pero esa imagen que Cinzia me regala, de que el cielo quería caerse, me recordó las explosiones que en el Lago Victoria, en Uganda, provocaban los rayos. Parecía, cuando estallaban, que se estaba librando una guerra de dioses porque eran explosiones fuertes, estentóreas, pero que no retumbaban… secas pues, y abajo nosotros, simples mortales que podíamos ser el daño colateral de dicha batalla, si nos abandonaba la suerte .

Pensaba que las lluvias del Cordonazo de San Francisco eran durísimas, y siempre me ha fascinado ese despliegue de fuerza, de conflicto, de cuando la naturaleza se decide a bañarlo todo con agua, a sacudir el polvo de los árboles, a salir de los débiles y dejar los que están afianzados con fuerza a tierra y que perduren algo más. Era impresionante ver los rayos sobre ese lago gigante que era como un mar, se comportaba como un mar, traía brisa y olores marinos… al que no se le podían ver orillas opuestas satisfaciendo así mis nostalgias caribeñas.

Recuerdo una tarde en particular, cuando un cielo azul impoluto y un lago sereno se convirtieron de repente en plomos de gris, vientos huracanados y lluvia, en cosa de breves minutos.

stormylakevictoria

El cielo encapotándose en el Lago Victoria, Uganda

Recuerdo también una noche en que una de estas explosiones nos despertó de golpe y es que había caído un rayo a pocos metros de la casa… y otra memoria imborrable es la de un vuelo en avioneta por los alrededores del lago, entre dos sistemas de nubes, lloviendo a cada lado de la tarita en la que volábamos, cuando un relámpago surgió a nuestra izquierda cayendo a tierra dándole a un árbol. Verlos caer desde el aire es impresionante.

La lluvia en Uganda era siempre memorable. Las de Bangladesh algo cansinas, a excepción de las de los tiempos de tifones, donde el cielo gris total adquiría tonalidades extrañas, amarillas unas veces, verdosas otras.

Estoy esperando que revienten las lluvias caraqueñas. Las lluvias revisten a la ciudad de bucolismo, caos y una extraña sensación de redención que sólo dura hasta que escampa.

El cielo se ha encapotado aún más mientras escribo esto, anda húmedo el aire, medio iracundo el viento, los aires de tormenta están aquí…

¿Cuánto tiempo más, hará falta para que estalle?

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Enlaces relacionados:

Breve del monzón

Llueve

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Alrededor de Orhan Pamuk – I

Orhan Pamuk is one of the leading contemporary...Desde hace meses he querido escribir, transcribir algunas cosas de Orhan Pamuk.

Es un escritor inquietante. Aunque no he leído sus novelas más famosas, me ha causado impacto el libro Estambul. Memorias de una Ciudad. Al leer este libro no pude sino identificarme con la prosa nostálgica y memoriosa sobre sí y la relación que mantiene con su ciudad natal. Con un humor sutil, perverso a veces se retrata en el universo decadente y al mismo tiempo emergente de Estambul, otrora capital de imperios, y aún hoy convergencia de culturas.

Empecé a leer este libro, además, porque tenía en mi mente imágenes de principios de siglo de esta ciudad. Imágenes que en algún momento vi en un documental y que me fascinaron porque mi abuela vivió un par de años de su vida allí, entre 1920 y 1923. Llegó huyendo de la revolución bolchevique. Allí fue donde conoció a mi abuelo y se casó con él, luego de haberlo rechazado para después aceptarlo cuando le dijo que se suicidaría si le despreciaba de nuevo. Sin comentarios. Mi abuela pensó que casarse con él era su misión en la vida.

Vista de Estambul 1936
Vista de Estambul 1936

Estambul es el marco del inicio de la relación sincopada y tormentosa de mi abuela con el abuelo que no conocí, de algunas anécdotas de su vida previas al matrimonio que me contara y de muchas otras historias leídas sobre Solimán, Constantino y Atila que me hacen ponderar sobre los derroteros y vicisitudes de la historia. Soy una lectora orgánica en ese sentido, siempre le busco la patafísica a lo que leo. La literatura, las geografías relatadas son referentes, significantes. Encuentro vínculo con estas memorias de Pamuk porque podrían haber sido similares a algunas de las de mi abuela. Una conexión quizás difícil, pero que enriquece el afecto, que alimenta la imaginación de las historias que quedaron por contar, que son ya un imposible, un sueño irrealizable.

Y no pude dejar de sentirme envuelta en la narración de Pamuk.  Embutida en la relación que mantiene con Estambul y encontrar algún paralelismo con la relación que mantengo con Caracas y sus recovecos.  Con el tótem que la protege. Con sus habitantes, que la padecen pero no quisieran o pueden vivir sin ella.

Ahora tengo una relación circular y sentimental con este libro. Simboliza recuerdos que no conocí, desencadena algunas de mis nostalgias por la Caracas dejada y la encontrada, la de la promesa y la decadencia.

[Más sobre Pamuk otro día…]

Istanbul. Memories of a city. Orhan Pamuk. Faber and Faber. London, 2005

Foto de Pamuk tomada de Wikipedia en inglés
Foto de Estambul tomada del artículo Lancastria’s 1936 voyage to Gallipoli

Divagación de la memoria y el fuego

Estos días he estado renuente a escribir en el blog. Una renuencia que me viene de las vísceras más que de cualquier razón. Ha sido una sensación física. Anécdotas, temas y comentarios no me faltan. Realmente creo que no hay día que pase que no redacte algo mentalmente en las mañanas o en mitad de la noche cuando me asaltan esas ganas lunáticas de empezar un insomnio, de alentarlo con toda clase de divagaciones, sentimientos que permito aflorar o simplemente reflexiones… saben, de esas facilitas en las que uno se mete con frecuencia, con las típicas preguntas como punto de partida: «quién soy», «adónde voy», «qué he hecho» y «qué quiero hacer», las cuales desde que tengo uso de razón no he cesado de realizar y que indefectiblemente me hacen desembocar por supuesto en noches en vela o alumbrones a las 3 o 4 de la mañana… me despierto y nada que agarro sueño de nuevo mientras veo paulatinamente ir clareando la noche en día. A veces pienso que quizás la edad me está haciendo dormir menos pero no quiero pensar que estoy tan vieja… o quizás el cuerpo se está rebelando ante la falta de tiempo para hacer más cosas… quián sabe… Lo que si sé es que estos días no me he querido sentar a escribir aunque con solo leer la prensa hubiera podido inundar de posts este blog. Pero ante una tragedia natural qué más lamentos y simpatía se pueden agregar o cuánta más crítica hacer a la incompetencia o cuánto más se pueden resaltar las bajezas de la política como si fuera algo nuevo o inesperado. Y desde este país tan pobre y orgulloso, que exhibe una mezcla de culturas y religiones, tan fascinantes como ajenas, el planeta más que nunca se me antoja olvidado de Dios y de los mismos hombres. Un olvido que es absoluto, porque Dios es la creación del hombre y si él olvida entonces es que ya ni siquiera el ser humano se acuerda de sí mismo… No puede haber mayor soledad que el olvido total. La soledad mayor de no saberse porque no hay ni uno ni otro en quién reconocerse. Una soledad que no es ni siquiera sola porque ya no es nada… Y en medio de toda esta divagación más deprimente que otra cosa, leo que una bebé sietemesina se perdió en la Maternidad Concepción Palacios y que la madre es una niña de catorce años, a quién no sé ya si es adecuado llamarla niña. Una adolescente que alumbró una bebita para horas luego recibir la noticia de que su bebé varón murió. Una mujer que en medio de esa angustia encuentra la fortaleza que solo da la maternidad para ir al ministerio público y reclamar la desaparición de su hija y denunciar quien sabe qué cruel malentendido o crimen ha sucedido en este hospital que debiera ser un santuario de milagros, del milagro del nacimiento de un nuevo ser humano a este mundo que se empeña en tratar de ser recordado. Esto es un titular de prensa más importante que cualquier otro. El titular sobre esta bebé tan inadecuado porque un sietemesino no puede desaparecer, puede haber sido presuntamente cambiado o robado pero ¿desaparecer? es casi un acto sobrenatural ante lo natural y extremadamente admirable de la fuerza moral de esta muchacha que fue al ministerio público a poner su denuncia movida por su recién adquirido instinto materno, y aunque la noticia es terrible, me dice que quizás Dios ha sido al que hemos olvidado porque en realidad no es nada útil. Que sólo contamos con nuestro propio fuego interior, que no hay barrera contra el deseo y la voluntad sino la que no depende de nosotros, con la que no podemos… los desastres, una marejada, una ventolera titánicas. Y a ese fuego interior habría que saber pedirle la consideración de no permitirse el olvido refulgiendo sobre la memoria de tantos para que les ilumine la vía y así una madre de catorce años pueda recibir la sonrisa de su bebita. Tenemos que recordar que somos gente, y que no importa si son una persona o miles las que padecen, lo que es importante recordar es que en cada ser que sufre hay una tragedia que no es más ni menos que otra… De repente ví esta historia y no pude sino pensar en la angustia de mamá antes de tiempo, en nuestros fiscales, en el hospital y en todas las miserias humanas que esta niña va a enfrentar y quise decir estas cosas, que se nos pierden de vista y que son el meollo y raíz de nuestros problemas. A veces las decimos y nos drenamos y a veces se deja ver ¿un resquicio para la esperanza?