Etiqueta: Divagaciones

Diario fragmentado del retorno (con epílogo abierto)

Este relato o divagación de mi autoría acerca del retorno, fue publicado en el libro Escribir Afuera – Cuentos de intemperies y querencias, compilación de Katie Brown, Liliana Lara, Raquel Rivas Rojas. Es un texto que en gran parte deriva del blog k-minos.com, aunque algún fragmento viene de mis cuadernos.

Sonrisa escrita – divagación

Smiles at Nari Jibon
Sonrisas en Nari Jibon

Este viernes pasado estuve de nuevo en Nari Jibon. Voy cada viernes.

Ando de voluntaria por un par de meses ayudando a las alumnas a crear sus blogs, subir fotos y a despejar un poco la intimidación que internet genera en quien es nuevo con las computadoras. Este viernes entendí mejor porqué les ha sido difícil a muchas de las mujeres de Nari Jibon a proceder con su blog personal. Tomándoles de nuevo algunas fotos para sus blogs, me costaba hacer que sonrieran. Una, Jannar, comentó por mi insistencia que en Bangladesh se esperaba de las mujeres cultivar la timidez, la modestia. Yo respondí que se podía ser tímida y modesta pero sonreír también. No hay nada que embellezca más un rostro que una sonrisa. No hay nada que abra más puertas y conmine al otro a la amabilidad que una sonrisa. Pero es cierto, luego de su comentario, concienticé que las mujeres en Bangladesh sonríen poco, la sonrisa es siempre a medias, acompañada de la evasión de la mirada o el gesto de taparse la boca. Y quizás por ello una recibe una impresión casi física de que están doblegadas (aunque no sea el caso), de que sus personalidades están ocultas, pero no por el hiyab, la abaya, la dupata o el sari, sino por el lenguaje del cuerpo, el rostro de timidez imbuido en la costumbre social, la cultura. Aún después de casi cinco años descubro razones que se escapaban de mi compresión. La modestia no es solo un actitud religiosa, tiene una raigambre ancestral. Y entonces así como es con la sonrisa es con la escritura… Es interesante experimentar que una vez que expresamos lo que pensamos, sentimos, sin cortapisas y sin importar si gusta o no, no es fácil dar marcha atrás. Aprender que la libertad puede ser modesta también y una sonrisa, decorosa. Las sazones de la libertad de expresión son sabrosas. La historia demuestra que las culturas se adaptan, se amoldan a nuevos usos y, con suerte, evolucionan sin perder sus valores más preciados.

Similar era en los tiempos de las abuelas de una. Que tenían que ser modestas y sólo saber lo necesario. Agradezco a esas abuelas que se esmeraron con sacrificio y visión a mostrarles el camino de la independencia a sus hijas, y por supuesto a nuestras mamás por darnos el ejemplo de que es posible ser madres, esposas, profesionales y seres humanos productivos e integrales más allá de todo estereotipo. Sin perder integridad cuando más se temía que ello podía suceder. Por enseñarnos que la sonrisa puede ser generosa, abierta sin ser indiscreta, y que si lo es no importa tanto, porque lo que cuenta es ser dueñas de la misma. Lo que cuenta es saber adónde se va, qué se es y qué no.

Me gusta creer que estas sonrisas simientes mostrarán un camino menos arduo a las futuras hijas y nietas de Bangladesh, que la voz no se callará, que la modestia por la cultura se combinará con la fuerza intrínseca femenina  y seguirá íntegra, que la sonrisa escrita se escurrirá en la red y llegará a muchos puertos seguros y amables.

Divagación fuera de «mi cuarto»

Estar fuera de mi «habitación propia» me ha mantenido algo alejada de bloguear. Todavía estoy en Nairobi y el clima meláncolico de la ciudad me hacen retraerme en la comodidad del círculo íntimo de amigos, disfrutar de una parrillita para dos en el jardín de la casa estilo inglés en la que me estoy quedando, o ver una película en dvd proyectada en la pared con la única luz del fuego en la chimenea. Trabajo en las horas regulares, por supuesto, pero después me escondo. Leo las noticias todos lo días y la compulsión por escribir al respecto se me encogen cuando el usual sentimiento de impotencia esta vez se impone sobre mi voluntad. No me pasa muy seguido, pero, a veces, me pasa. Se me traduce quijotesco el intentar siquiera reflexionar sobre lo que acontece cuando pareciera que de verdad no podemos hacer nada contra lo que se nos viene encima en Venezuela. Así que muy egoístamente ando escapista y refugiándome en un ambiente que no me es extranjero, en el cual estoy a gusto, pero que me aleja por completo de la realidad que me compete, conmueve y compele.

Escribir sobre esto ya me trae un poco a «mi espacio» acostumbrado. Pero como ya se aproxima el final de mi estadía, estoy recogiendo y poniendo juntos mis fragmentos. Me estoy reconstituyendo para volver a ser la acostumbrada «yo». Pero mientras termino en completarme de nuevo seguiré regodeándome en mi autocomplacencia y para seguir en el escape, este fin de semana lo pasaré en Mount Kenya, sitio donde no he estado y en donde quizás encuentre algo que no se me perdió, que siempre ha estado allí pero de lo cual no me había percatado. Distraída yo.

Planes de última hora que a veces traen respuestas sin preguntar.

Divagación fuera de «mi cuarto»

Estar fuera de mi «habitación propia» me ha mantenido algo alejada de bloguear. Todavía estoy en Nairobi y el clima meláncolico de la ciudad me retrae a la comodidad del círculo íntimo de amigos, disfrutar de una parrillita para dos en el jardín de la casa estilo inglés en la que me estoy quedando, o ver una película en dvd proyectada en la pared bajo la única luz del fuego en la chimenea. Trabajo en las horas regulares, por supuesto, pero después me escondo. Leo las noticias todos lo días y la compulsión por escribir al respecto se me encoge cuando el usual sentimiento de impotencia esta vez se impone sobre mi voluntad. No me pasa muy seguido, pero a veces me pasa. Se me traduce quijotesco el intentar siquiera reflexionar sobre lo que acontece, cuando pareciera que de verdad no podemos hacer nada contra lo que se nos viene encima en Venezuela. Así que muy egoístamente ando escapista y refugiándome en un ambiente que no me es extranjero, en el cual estoy a gusto, pero que me aleja por completo de la realidad que me compete, conmueve y compele.

Escribir sobre esto ya me trae un poco a «mi espacio» acostumbrado. Pero como ya se aproxima el final de mi estadía, estoy recogiendo y poniendo juntos mis fragmentos. Me estoy reconstituyendo para volver a ser la acostumbrada «yo». Pero mientras termino en completarme de nuevo seguiré regodeándome en mi autocomplacencia y para seguir en el escape, este fin de semana lo pasaré en Mount Kenya, sitio donde no he estado y en donde quizás encuentre algo que no se me perdió, que siempre ha estado allí pero de lo cual no me había percatado. Distraída yo.

Planes de última hora que a veces traen respuestas sin preguntas previas.