Mirar la ventana. Por la ventana. Contemplar el exterior raramente inamovible. Observar sólo el transcurrir del tiempo.
A la ventana. Por la ventana. Como un espejo dañado que no refleja sino que se roba la imagen y la dispara haciendo que se pierda en la atmósfera, atomizándola ahora invisible en alguna nada estéril, sin posibilidad ni siquiera de miedo.
Mirar la ventana. Poder apreciarme en la contemplación del lado de acá. Sin disturbios en mi entorno que impidan la visión introspectiva, el acceso al cosmos real e ignoto, a la prisión invertida del infinito interior. Único mapa por dibujar, con fronteras que demarcan hacia dentro pero impiden hacia afuera.
Estoy en la habitación mirando a la ventana. Por la ventana.
Todo ocurre tras los ojos que miran durante la conciencia que se revela.