Luego de una travesía llena de inconvenientes y retrasos, llegué a Barcelona este sábado pasado a pasar las fiestas con mi hermana, la rusa joropera y a deslastrarme un poco de la atmósfera asiática.
La diferencia de horas y el viaje accidentado me cansaron más de lo acostumbrado y es ahora que me estoy recuperando, con más ganas a dejarme caer por el blog y los de los demás.
Esta ciudad es tan placentera y vivible que es como un sueño, tras dejar atrás el caos y la muchedumbre de Dhaka. Me dispongo a disfrutar de esta estadía. De ser posible visitar gente amiga en Madrid y Holanda. No darle mucho al coco. Leer en español. Ya me empecé La Enfermedad de Alberto Barrera con toda la anticipación del mundo. Iniciaciones de Israel Centeno, no lo encontré anteayer, cuando hice mi primera compra de libros, pero ya lo conseguiré en estos días. Está en la base de datos del FNAC, así que es cosa de volverlo a pedir.
He leído las reflexiones post-electorales y siento un consenso en que los resultados dentro de todo fueron buenos. Percibo, en general, confianza en esos resultados y en el futuro de la oposición bajo una dirigencia orientada hacia la estrategia y no la reacción veloz e impensada. Leo respeto hacia la responsabilidad de Rosales en reconocer el resultado. Hay las voces más apocalípticas, los regadores del rumor de las conspiraciones y componendas. Pero son los menos. Todos los escenarios que señalan podrían ser verdad, pero el proceso fue concreto, las evidencias fueron concretas. Lo demás son hipótesis. Las pruebas abrumadoras de la abstención en los estratos de clase media y en los segmentos de edades más productivos de la población suscitan preguntas. Así como la participación de los estratos más bajos producen respuestas. Hay lecturas que hacer de estos resultados electorales, y trabajo que juega garrote por hacer para integrar en la responsabilidad democrática a los abstensores.
El trabajo no sólo es de la oposición. La abstención es siempre la duda. ¿Se está haciendo tan bien? ¿Se está haciendo tan mal? ¿O realmente da igual?
Cualquiera que sean la tendencia y el escenario escogidos que más se acomoden a lo que uno cree, hay trabajo por hacer. El país no está bien. Y declarar lo contrario es querer tapar el sol con un dedo. El país no está bien y es responsabilidad de todos. Y la responsabilidad de todos, cualquiera que sea el color que más nos guste o favorezca, es hacerlo avanzar dentro de los caminos democráticos.
Pero ya tenemos seis años por delante para seguir discutiendo, analizando, para estar de acuerdo o disentir. No hay prisa y eso es una ventaja. Podemos prepararnos, podemos trabajar en pos de lo que aspiramos.
Y cómo no hay prisa, pues es mejor dejar entrar el espíritu de las fiestas de fin de año y darle un hiato a la inquietud política. Olvidarnos de la preocupación existencial. Dejar reposar al guerrero que llevamos por dentro. Aposentarnos en el hogar y disfrutar de nuestros tesoros: la familia y los amigos. Ensimismarnos en lo que nos gusta. Degustar una buena comida, «enrumbarnos», leer el libro pendiente, salir de compras dentro de lo que se puede, echar el viajecito relajador o ponernos al día con el cine y darnos maratones de películas en casa. Lo que más nos guste pues. Las oportunidades están allí para momentos de felicidad y paz. Sólo hay que aprovecharlas.