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Apuntes en aniversarios

El 22 de agosto cumplí un año de haber dejado Bangladesh, el sábado mi sobrina cumplió añitos dejando ya de ser una bebé de 5, para convertirse en una niña de 6 y hoy, si mi abuela Ludmila viviera estaría cumpliendo 110 años.

El hecho de que ya haya pasado un año de mi partida de Bangladesh me impresiona sobremanera porque aún siento en mí la sensación de llegada. Aún hay cosas por acomodar en mi casa, cosas en cajas que por falta de espacio no puedo poner, como cuadros y adornos. Cosas que añoro como libros que dejé y recién me percato de ello al extrañarlos o querer releer algún párrafo o capítulo. Extraño la vida social que tenía allá, llena de compromisos instantáneos para un café, una cena o sencillamente vernos todos a los que nos unía la particularidad de estar residenciados en un país tan ajeno a nosotros. Tengo un poquito de nostalgia, sí. Pero también se me quita con ver El Ávila, exhibiendo sus diversas tonalidades, los atardeceres de Caracas, a los que hay que cazar con la vista a través de la selva de edificios que invaden el valle, ya sea transitando por la autopista o si por suerte se está en algún lugar alto.

atardecerenautopista

Atardecer  en Caracas desde la autopista

Se me consolida el júbilo de estar acá cuando alguien me dice «mi reina» en la calle o me echa un piropito. Aquí la gente se queja de ese exceso de confianza que se agarra la gente. Para mí es maravilloso que exista, porque me refuerza el sentido de querer vivir en democracia. Aquí nadie es más que nadie.

Pero esa sensación de llegada no se me quita. Aún estoy familiarizándome con los abismos que parecen separarnos y las insólitas referencias culturales, que sobreviviendo cualquier circunstancia, nos aglutinan bajo una misma bandera como lo puede ser una Miss Universo.

País de paradojas, paroxismos y parodias.

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ludmiladylewski

Y así como reparo en esta nostalgia extraña de estar afuera, también me afianzo en la solidez de los afectos familiares como las sobrinas con las que por fin comparto algo más que una visita azarosa y breve, y el recordar hoy, en un aniversario más de su nacimiento, a mi abuela paterna, Ludmila. Fue una sobreviviente de revoluciones, guerras y migraciones asumidas como vinieron, sin darle mayores vueltas. Agradezco su vida y la extraño mucho. Nació en 1899 y nos dejó en 1992.

Hace unos 3 años escribí algo pensando en ella,… pensando también en las casas que he tenido, las memorias, las amistades dejadas en otras geografías.

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Las llaves de mi abuela

Mi abuela tenía las llaves de todas sus casas

La llave de su casa en San Petersburgo

La llave de su casa en Constantinopla

La llave de su casa en Hamburgo

La llave de su casa en Varsovia

La llave de su casa en Salzburgo

La llave de su casa en Coro

La llave de su casa en Valera

La llave de su casa en Caracas

La primera era enjoyada y exquisita

Las otras de hierro forjado, diseños curvilíneos e interesantes

Las tres últimas modernas, sencillas y familiares

Mi abuela tenía todas sus llaves en un manojo

El manojo está extraviado,

oculto en alguna parte

que no logro encontrar

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…. Espero de alguna manera conservar el mío y pasarlo de mano… que nadie lo añore durante un aniversario o en medio de una rememoración llena de nostalgia y algo de tristeza.

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Mañana rara

Es una de esas mañanas raras dónde no sabes en qué mundo andas, ni qué debes hacer ese día exactamente o si lo debes hacer, en las que te provoca esconderte del universo, para que no te roce, que no apriete donde duele, que deje respirar libremente sin presiones de ningún tipo. Rara esta mañana, con sol y nubes grises, sin definir si será luminoso el día o tormentoso… Me dicen que tronó de manera inusitada anoche… por lo alrededores de la Florida… acá por donde vivo no escuchamos nada… pero esa imagen que Cinzia me regala, de que el cielo quería caerse, me recordó las explosiones que en el Lago Victoria, en Uganda, provocaban los rayos. Parecía, cuando estallaban, que se estaba librando una guerra de dioses porque eran explosiones fuertes, estentóreas, pero que no retumbaban… secas pues, y abajo nosotros, simples mortales que podíamos ser el daño colateral de dicha batalla, si nos abandonaba la suerte .

Pensaba que las lluvias del Cordonazo de San Francisco eran durísimas, y siempre me ha fascinado ese despliegue de fuerza, de conflicto, de cuando la naturaleza se decide a bañarlo todo con agua, a sacudir el polvo de los árboles, a salir de los débiles y dejar los que están afianzados con fuerza a tierra y que perduren algo más. Era impresionante ver los rayos sobre ese lago gigante que era como un mar, se comportaba como un mar, traía brisa y olores marinos… al que no se le podían ver orillas opuestas satisfaciendo así mis nostalgias caribeñas.

Recuerdo una tarde en particular, cuando un cielo azul impoluto y un lago sereno se convirtieron de repente en plomos de gris, vientos huracanados y lluvia, en cosa de breves minutos.

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El cielo encapotándose en el Lago Victoria, Uganda

Recuerdo también una noche en que una de estas explosiones nos despertó de golpe y es que había caído un rayo a pocos metros de la casa… y otra memoria imborrable es la de un vuelo en avioneta por los alrededores del lago, entre dos sistemas de nubes, lloviendo a cada lado de la tarita en la que volábamos, cuando un relámpago surgió a nuestra izquierda cayendo a tierra dándole a un árbol. Verlos caer desde el aire es impresionante.

La lluvia en Uganda era siempre memorable. Las de Bangladesh algo cansinas, a excepción de las de los tiempos de tifones, donde el cielo gris total adquiría tonalidades extrañas, amarillas unas veces, verdosas otras.

Estoy esperando que revienten las lluvias caraqueñas. Las lluvias revisten a la ciudad de bucolismo, caos y una extraña sensación de redención que sólo dura hasta que escampa.

El cielo se ha encapotado aún más mientras escribo esto, anda húmedo el aire, medio iracundo el viento, los aires de tormenta están aquí…

¿Cuánto tiempo más, hará falta para que estalle?

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Enlaces relacionados:

Breve del monzón

Llueve

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Tears leaving Bangladesh and Nari Jibon – post in progress

I had tears. They were unexpected as I wasn’t conscious of my sadness of leaving Bangladesh. But I was. I am. I wonder, only 2 weeks later, how are the friends I left behind, asking myself if I ever will go back or see them again. Almost 5 years are not a small bit of life. I spent those years in an out of Bangladesh and always trying to figure how a country so full of people and so small can get going. I tried to connect to Bangladesh with partial success. I loved the art, the poetry, the bright colors of the women’s dresses on the street in contrast with the greyness of buildings and very often the sky, I loved the crafts, the kindness of the people, their candor by nature. I kept some detachment just to maintain the longing for my country while waiting to return. I figured that now. I didn’t realize then. But in overall the decision of leaving didn’t make so much weight on me until I started to go to Nari Jibon. And the tears came out first there.

Taken by surprise, Nari Jibon somehow created in me a sense of belonging and caring in a particular way. I care for all those women that with expectation and generosity accepted me among them to share the little I could bring for them. I am grateful for that. It is a precious gift that Bangladesh gave me. Precious memories. I am not sure if my presence and assistance made any significant difference, but I am certain that had made a definitive difference in me.

….

The last days I could go to Nari Jibon, I was in awe every single time. These women shyly and cautious approached me under the gentle demand of Taslima (teacher and mentor of them) to get some help in opening their blogs. Suddenly, just a couple of weeks later were actively helping their friends to open blogs when I got stuck by the language barrier. Jannat, Zannat, Jesmin, were taking over the task and sat with friends bringing help.

A week later we could read a full graphic chronicle of Zannat of her excursion in the Lalbagh Fort. Others like Jainub and Sufi, so reluctant at the beginning, became active writers in difficult issues, revealing a combative and thoughtful spirit, or a lyric and poetic soul. Every time, a wonderful surprise.

From doubt and uncertainty with the camera, they became powerful photoshooters. We – Kathy, Taslima and I – made a small session the following week on how to take digital pictures, little basis on composition and some technical tips. Immediately after the room became like a swarm of euphoric bees buzzing around snapping shots between them.

The daughters of Jainub were playful models and I couldn’t help but to think that this 2 girls were already at a tender age getting empowered by the digital media.

My last time, I got a beautiful farewell. I hate to say good bye. When I leave a country I try to not give so much relevance to goodbyes because that way I feel that I will come back anytime, in any given moment. But also I hate to say goodbye because I have tears with independent will. They just flow without warning when I feel a bit emotional about something. And of course seeing this forty something women sitting in front of me, giving me a beautiful gift with all their love and care, my tears came out turmoiling my feelings of wanting to go with this recent wish of staying to somehow support all the spirit I can sense in them. Then when I saw that I was ruining the occasion I calmed down, enjoyed the cake, pose with all of them for pictures and later on, had a chat with the group I was working with.

I asked how they were feeling now that they were blogging, and one, Zannat, said in a definitive tone «I feel proud» . Wow. Again… awe. How powerful that statement.

I thought about how the fact of being able to express ourselves, to have the tools for that is taken for granted so often by most of us. How can transform us, once we start doing it. How affirmative is on ourselves. Specially if we are women. I had never deeply grasped the fact that as a woman in this world, I am privileged of having the opportunity of an education, to work and to travel, and being able to decide over my life. Nari Jibon has made me feel more responsible about it, to value it in another way and I am grateful for that.

Now it will be the challenge to overcome the distance. To keep in touch and keep giving the support I can. Part of the challenge will be starting to write in english on this blog sharing space with the posts in spanish, as now my longing will rotate towards the other side of the world while in Venezuela.

I feel the need to publish this post now dedicating it to my friends of Nari Jibon… it may happen that I will change bits of it, correct my english, post the link of photos in flickr that I need to upload yet and during a while wonder if I’ll translate or not this post to spanish…

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