Dentro de la crisálida

Araguaney florecido en la 5ta. Avenida de Los Palos Grandes 7/02/2014 - Caracas
Araguaney florecido en la 5ta. Avenida de Los Palos Grandes 7/02/2014 – Caracas

Le decía hace unos días a La Novia Manca, que la vulnerabilidad va por dentro. Que me expreso según la sensibilidad me dicta y que a pesar de que ando algo desmoralizada y dudosa frente al futuro, no estoy ni me siento derrotada por las circunstancias. Eso no significa tampoco que me esté obligando a «batallar» sin sentido. Ayer otra persona me dijo algo sabio: a veces hay que dejar que se decanten las cosas antes de tomar acción, porque tomarla puede empeorar todo. Dejar que la depresión, o el desánimo si es el caso, tenga su propio tiempo, sea combustible para dilucidar nuestros asuntos. Me refiero, por supuesto, a cosas personales, esto no es una reflexión sobre las consecuencias de la vida política nacional, de la que aquí en este blog no deseo opinar en lo posible, aunque quizás no lo pueda evitar. Este es el espacio del cuido. De cuidarme a mí y a mis afectos. Apoyar-nos.

Lo que quiero decir, es que acá dreno, algo exhibicionista, mi sensibilidad (también en FB y twitter). No significa que «esté mal» o derrotada. Creo en seguir adelante siempre, aunque eso conlleve tomar otros caminos, cambiar proyectos, postergar otros o dejarlos, sencillamente (la constancia está sobrevalorada). Nada es definitivo. No debiera serlo. Entonces si la opción es irse, siempre se puede regresar. Si es quedarse, no significa que luego no haya otra opción. Cualquiera que sea, no hay duda de que hay que trabajar para que se realice bien. Las soluciones no deben ser definitivas, terminantes como si no hubiera posibilidad de cambio. Lo único definitivo es morirse. Uno debe permitirse el cambio como algo positivo y enfrentarlo de esa manera. Siempre hay resistencia cuando no hemos buscado ese cambio sino que nos ha encontrado. Ello no significa que sea negativo. Lo que nos ha tocado vivir, nos tocaba. Lo recomendable es surfear la ola. No vale la pena sumirnos en lamentos de lo que pudo haber sido, o lo que fue, y menos regodearnos en la culpa. El hecho está en que no es. Por tanto, lo que es, es lo que nos corresponde vivir de la mejor manera posible. Es nuestro deber que sea así, para con nosotros y nuestra familia, repito, de la mejor manera posible. Lo demás es derrota. ¿Y quién quiere andar muerto en vida?

Todo está revuelto. A mi alrededor gente que quiero anda en medio de transformaciones. De todas las edades. Unos lo sobrellevan con cansancio, con tristeza, con reluctancia. Me incluyo. Me da flojera someterme a los cambios que trae la vida. Siempre añoro tranquilidad. Pero el cambio es la vida. Si no es así, no es vida, es aburrimiento. El reto es quitarse la reluctancia de dentro y abrirse con generosidad y sin temor a lo que ella trae aunque sean cambios drásticos.

Y mientras tomo las determinaciones que me tocan me quedo dentro de la crisálida que me arropa y me protege, acompañada de mi familia y amigos. Ya veré que es lo que debo hacer, con tiempo y sin afán. Del apuro sólo queda el cansancio. Y esa barajita ya la tengo.

Entretanto, gocemos de lo que nos ofrecen los días, detengámonos segundos a mirar un cielo hermoso, un árbol florecido, una mariposa inadecuada a la ciudad, para abstraernos un instante en la belleza inesperada.

2 comentarios sobre “Dentro de la crisálida

  1. Kira, es muy hermoso este texto. Muy íntimo, muy de verdad. Y eso, no siempre lo hallo en los blogs que suelo visitar a veces. Por alguna razón que desconozco no había visitado este k-minos con fundamento. Me declaro tu fiel visitante… O al menos cuando de paseos blogueros se trate. Un abrazo!

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