Así como hay atardeceres mercúreos en Dhaka,
hoy la luna anda a medias y está guerrera.
Naranja en medio de un cielo negro sin estrellas,
denso como todos los cielos de Dhaka.
Está asomada como una sonrisa sin rostro,
o como un último molusco en un mar de pesadilla.
Los cielos más raros los he visto acá.
Los más extranjeros.
Pero la luna era la misma hermana de siempre.
Hoy es extraña.
No es la luna terrícola acostumbrada,
plateada y mística,
flotante.
La de esta medianoche está incrustada en la oscuridad con luz ominosa.
No sabía que la luna pudiera ser otra.