Hace unas semanas atrás, Carmen invitó a varios blogueros -incluyéndome- a participar en un meme sobre el lugar paradisíaco natural favorito de cada uno de nosotros. Mis primeros lugares favoritos se encuentran en Venezuela, como el llano en las riberas del Sinaruco Cinaruco, el Salto Ángel y Canaima, y Mochima. Y mi lugar natural favorito desde que estoy fuera es Zanzíbar, que es de donde tengo fotos y recuerdos recientes. No es nada más la playa lo que me fascina sino todo lo que la naturaleza determina a la gente del lugar dando la impresión de que toda la isla, sea en la ciudad, selva o mar, es un paraíso natural, donde hombre y entorno conviven integrados y sin molestarse el uno al otro.
Rescato un artículo que escribí hace algún tiempo y que no había publicado aquí. Luego de unos breves cambios se los presento porque sigue reflejando lo que me transmite la isla, la cual por sus paisajes y su gente es uno de los sitios que más me gusta de los que he tenido la suerte de visitar.
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El sueño de vivir en Zanzíbar.
[Kilimanjaro desde el avión – 2002]
Al viajar a Zanzíbar por avión, todas las veces el Kilimanjaro sirve de abreboca y despedida en la ruta. Solo esta vista ya amerita el viaje. Pero al pisar tierra en la isla se sucumbe siempre a su encanto. Otra leyenda.
Zanzíbar la isla de las especias, de princesas árabes rebeldes, uno de los últimos reductos del infame tráfico de esclavos, la isla de donde partió Livingstone buscando las fuentes del Nilo sin encontrarlas, y de donde partieron también Speke, Burton, Stanley y tantos otros exploradores del Africa Oriental. La isla del kiswahili, idioma del hakuna matata (no hay problema), originado por la combinación afortunada de las culturas árabe omaní, bantú, portuguesa, recibiendo posteriormente influencia india y, por supuesto, la de la colonización británica. La isla donde nació Freddy Mercury -el cantante de Queen-, la isla a quien Billy Joel le dedicara una canción, para citar también referencias más recientes.
[Livingstone House- 2004]
La palabra portuguesa relentoso o relentar, no me cobra tanto sentido en ninguna otra parte como aquí. El tiempo pasa pero no pasa. La vida se toma a otro ritmo, como si estuviera marcada por el navegar parsimonioso de los dhow con sus velas agudas pero henchidas tratando de cortar el cielo en medio de la vastedad azul esmeraldina del océano Índigo. Esta es la isla de Simbad el Marino. Este es uno de los escenarios de las historias de Las Mil y Una Noches: Zenj, llamada así en los cuentos de Scheherezade.
En Zanzíbar se toma conciencia de que la vida no tiene nada que ver con el reloj, que el transcurrir tiene que ver con la sensualidad con que se disfruta cada momento en esta Tierra, en este planeta. Más que conciencia es una sensación en las vísceras.
La musicalidad del swahili y sus proverbiales expresiones como sawa sawa (okay, vale), pole pole (lento, sin apuro, o con calma), el hakuna matata, asante sana (gracias), mizuri sana (de nada), karibú (bienvenido), jambo (hola), kabiza (absolutamente) contribuyen a la sensación de inamovilidad, lentitud, de dejar que las cosas fluyan sin interferir, sin que tratemos de modificar nada.
[Atardecer en StoneTown – 2004]
Stone Town, la capital, es patrimonio cultural y arquitectónico de la humanidad. Está en estado de deterioro y decadencia pero se hacen algunos esfuerzos de restauración. Las famosas puertas de madera tallada que denotan la influencia india en Zanzíbar se encuentran por doquier y es un arte en recuperación. Sus calles estrechas, el muesín cantando a oración desde la mezquita, las mujeres en sus trajes negros pero con la cara descubierta, hermosa en su combinación de rasgos y coqueta en el cuido de su maquillaje, la brisa marina, la decadencia de sus edificaciones; crean el embrujo de esa atmósfera atemporal que atrapa al visitante.
[Ruinas del Palacio de Maruhubi. Patrimonio Universal de la Humanidad]
Zanzíbar es una explosión de verde en medio del océano Índigo. Los mangos centenarios se mezclan con los cocoteros, los boabab, los almendrones, los de fruta de pan, clavo, canela, nuez moscada, las enredaderas de fruta de la pasión, pimienta y vainilla. Este verdor no es como el del Caribe. Oculta las ruinas de palacios de califas y sultanes, las antiguas residencias indias, y cubre los caminos de asfalto abandonados a las inclemencias del tiempo y la negligencia gubernamental. Caminos que hay que atravesar para llegar al corolario de la visita: la playa. Caminos por donde vemos al isleño andando pole pole. Hakuna matata.
Zanzíbar más que realidad parece obra de la ficción de un sueño. Kabiza.
[Playa de la punta Norte de la Isla – 2004]
Gracias Kira, se me han puesto los pelos de punta con la lectura y las fotografías, y espero conocerlo algún día.
Acuérdate que tienes que pasarle el meme a otros cinco blogueros.
Un saludo
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Espectacular el relato y las fotos, realmente un sitio que hay que visitar algún día.
K-riños
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Que belleza de paisajes, las fotos y el relato transmiten sosiego, tranquilidad. Una vez más, gracias Kira!
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Bello texto Kira. Me trajo dulces recuerdos de los días que pasamos juntos en ese mágico lugar, que como tú muy bien dices te atrapa y te coloca frente al tiempo inmemorial. Confluencia de culturas que se palpan a través del deterioro , de las ruinas olvidadas.
Me encanta tu voz narrativa, que es capaz de despertar sentimientos y sensaciones muy profundas. Un abrazo. Carmen Elena
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Me quedé muda de asombro y deseos por ir a Zanzíbar.
¡Que poder el de los blogs! Quien diría que un lugar que no me despertaba ni el más mímino asomo de nada, ahora estuviese en mi to-do-list futuro de viajes.
Kira, eres buena narrando, pero eres muuuy buena describiendo.
Me hicistes sentir lo mismo que sentía cuando de pequeña leía los cuentos de las Mil y una Noches. Despertastes mis fantasías.
Un beso.
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