Ayer estrené esta pequeña tetera que compré en el 2015 en San Petersburgo. Fue el día que visité el museo de Ajmátova en Fontanka. La tenía guardada porque es frágil, etc. Igual usaba alguna de las otras que tengo. Pero sin darme cuenta pasaron 5 años y ahora me reitero la futilidad que es guardar cosas o ropa o cuadernos o libros para momentos especiales.
Cada día es único y ante una amenaza silenciosa e invisible, que atenta contra nuestras vidas hay que disfrutar lo que se tiene.
En esta puse una mezcla de malojillo, té verde, toronjil, y una infusión que compré en Rusia llamada el té de Iván que es una hierba calmante y huele y sabe a moras. Así empecé el domingo, para calmar lo nublado de afuera que se refleja adentro. Estoy dedicada a tomarme todos mis tés, usar todas mis tazas y teteras.
La de hierro en la segunda foto la he usado bastante, me la regaló mi querida suegra Carmen Elena Alemán que me la trajo en una maleta de Londres cuando yo vivía en Bangladesh. Pesa como 3 kilos y es japonesa.
Se mantiene el té infusionado caliente con una vela por debajo, y es para cuando necesitas que esté cerrero.
Hay muchas maneras de tomar té e infusiones. Hay indicaciones de cómo es la manera ideal de tomarlos. Pero la mejor manera es como te gusta más. Yo he seguido indicaciones y las he roto sin apreciar mayor diferencia en muchos casos.
El agua en Caracas hierve a 96 grados así que si se esperan unos 5 minutos después tiene la temperatura ideal para casi todos los té. Supuestamente no se debe dejar hervir, pero para como está el agua aquí, ni con la embotellada me atrevo a no hervirla.
En todo caso, tomar té o cualquier otra infusión de hierbas siempre conforta y hace sentir que superar cualquier cosa es posible.
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