Confieso que cuando leo y me encuentro con usos inapropiados del idioma me siento incómoda. Casi ofendida por la aparición de una «zeta» mal puesta o la ausencia de una «hache» o una «y griega» en vez de una latina y viceversa. Sentimiento peor que la incomodidad de encontrarme con estos gazapos en cosas que leo, me lo da tropezármelos en algo que he escrito. Y lucho constantemente contra ello, especialmente ahora que debo manejarme en dos idiomas para hablar, escribir y leer con la consecuencia de tener traspapeladas las grafías con los sonidos y sorprenderme tipeando «the» en vez de «de» al escribir en español. No me molesta el uso de neologismos siempre y cuando estén denotados con itálicas o comillas o cuando son ya de uso extendido y popular y cubren la necesidad de denotar algo para lo cual no hay palabras en español como fuera el caso de tipear, y más recientemente como se está convirtiendo el de postear, rantear, cliquear o clicar, etc. Más me molesta el uso inapropiado de palabras, ya sea fuera de contexto, sentido o atribuyéndoles significados que poseen palabras similares en sonido o en combinación cuyo efecto sea una excesiva redundancia tal y como el «presunto sospechoso» en donde el individuo en cuestión no sólo está bajo sospecha, sino que ésta es sometida además a una presunción que debe ser comprobada, por lo cual es sospechoso por partida doble. Peor es cuando leemos «sospechoso del presunto crimen de asesinato», es decir que el crimen también está bajo una presunción a pesar de que haya un muerto atravesado por una bala.
Una falta ortográfica o gramatical es perdonable si es honesta y se comete con humildad es decir sin estar acompañada de la arrogancia de la posesión de un conocimiento superior al de los demás. Graves son las que se encuentran con frecuencia en los foros políticos en línea cuando se opina y/o insulta con errores ortográficos: «eres un icnorante«…
Luego, por supuesto, está el uso del idioma sencillamente para insultarse en dichos foros, los cuales funcionan más como salas de terapia para gerenciar la ira que otra cosa. Es muy difícil encontrar salones de discusión donde sencillamente la gente opine dentro de los límites del respeto. Basta una línea de disensión política y eres una»perra traidora» o un «pargo hediondo» o «a ti lo que te gusta es que te den por el chiquito» y así in crescendo dando los foristas muestras de una creatividad aterradora para la violencia sexual expresada verbalmente. Por fortuna, en algunos de estos foros se ha decidido censurar este tipo de lenguaje que no le agregaba ningún valor a las discusiones.
Yo no soy socióloga, ni lingüista, sólo chapada a la antigua en referencia al uso del lenguaje y aspiro a escribir bien, de forma agradable y sencilla, y con buena ortografía. Lucho también contra mi sintaxis enrevesada, a veces disléxica, si es que esto existe. Presumo de tener buena ortografía incluso en el inglés y creo que es porque siempre he leído mucho y ahora leo bastante en esta lengua, pero no por ello me considero sabia, sabida o sabihonda. Solo viciosa de leer.
Gente que no lee con frecuencia o que no leyó mucho en su niñez y adolescencia no tiene buena ortografía. La asociación de la expresión verbal con la grafía no se fijó en la memoria. Pero esta afirmación tiene sus lagunas, porque cómo explicarse la mala ortografía de García Márquez, según propia confesión en sus memorias, siendo él un ávido lector desde niño. De su carencia de ortografía entendemos la irritación que le lleva a despreciar las reglas del idioma.
Para mí, si no se posee la habilidad de una buena ortografía como mínimo debiera haber la consideración con el lector y el uso del corrector del procesador de palabras. Con tantas herramientas a mano para corregir la ortografía, diccionarios en CD, en línea, etc., no entiendo porqué no usarlos especialmente para los medios impresos. Por más que haya una hora de entrega en un periódico, los redactores podrían con una mirada a un diccionario de sinónimos lograr el efecto de «dominguear» una nota periodística. Los correctores tendría también que, aparte de los errores de tipeo, corregir cierta sintáxis y semántica impúdica que hace uso de palabras con sentidos opuestos o redundantes al expresado. El diccionario para ello también es herramienta útil.
Pero también está la excusa de la rapidez que el medio digital imprime a la escritura para justificar los gazapos o las nuevas formas de tipeo donde se sustituyen la «qu» y la «ce» por la «ka», las cuáles desgraciadamente se me hace físicamente imposibles de leer o aquellos que cortan las palabras y frases aprovechándose del sonido natural de las letras y así «quedé» se convierte en «qd». Estas últimas formas son más naturales para la lectura, ya que usan la grafía correspondiente ortográficamente hablando al sonido consonante aunque no completen la palabra. Así hasta podría nacer un cuerpo de reglas de ortografía para Internet aunque muchos se rebelarían ante la idea por considerarlo un medio supremamente libre y sujeto al «medalaganismo» que por principio no contempla respetar «la gana» de los demás.
Sé que esté post está medio antipático. Pero de verdad que no me importa si alguien me corrige algún error ortográfico, sintáctico, semántico o de tipeo. Seguro que en esta misma entrada de mi blog se me ha escapado alguno.
Más sobre el idioma aunque no de la ortografía:
Carolina Jaimes Branger carga contra «aperturar»
¿Mouse o ratón?: la metamorfosis del idioma español en tiempos de Internet
Reforma ortográfica del idioma español (a muchos les llegó por correo electrónico)
¡Aprenda spanglish en un santiamén!
Las palabras y sus significados extraviados
Estos dos últimos no se ven bien en Firefox.
Otro que se me escapó:
De Nostalgia «Descifrando Códigos»