Esta noche el rostro del cielo está erosionado.
La luna amarilla encandila a momentos.
Se asoma entre las nubes intermitente como el ojo encendido de un rostro anciano y memorioso.
Es noche de luna llena.
El lago brilla inquieto y yo extranjera en esta tierra africana me siento de ninguna parte.
La noche es completa, podría decir telúrica en homenaje a un viejo escritor de mi tierra natal.
Pero es tan solo una noche más de tantas de luna llena.
La noche está allí siempre al final del día.
A veces la notamos a veces no. Yo la olvido a veces también.
Pero otras salgo al jardín o me asomo a la ventana, a respirar el aire fresco, a oír los grillos y sapitos, a ver el cielo, a sentir el frescor nocturno, a imaginar las estrellas y entrar en mi trance secreto con la luna, presente o no.
Esta noche ugandesa podría ser en cualquier otra parte del planeta.
Es una noche como cualquier otra de luna llena.