Esta noche en Kampala es de luna llena.
Mi jardín está lleno de esa atmósfera lechosa que me fascina cuando el astro femenino se encuentra relumbrante en el cielo.
Parece una noche de mitos sobre brujas, magia, encantamientos…
Historias de vampiros o de hombres lobo en busca de una presa.
Noche cinematográfica de nubes grises que de tanto en tanto ocultan el círculo fluorescente del satélite,
pasando raudas unas tras otras,
interminables.
Es ritual salir al jardín en noches como ésta
y bañarme de luz de luna
en silencio,
en paz.
Siento de alguna manera que estoy invocando poderes,
dioses,
deseos antiguos
hoy olvidados
pero misteriosamente presentes en esta atmósfera láctea.
Miro la luna y siento poder.
Crezco bañada en plata.
Miro la luna.