Caracas – Londres – Kampala

Tomada desde el carro viniendo de Entebbe, una vista típica de las calles de Uganda, la mujer con su carga en la cabeza.
Tomada desde el carro viniendo de Entebbe, una vista típica de las calles de Uganda, la mujer con su carga en la cabeza.

1. Aterrizar. Llegar como siempre, viendo por la ventanilla el paisaje frío y bucólico. Las metáforas son lugar común. Antes… durante el vuelo. Pensar y no pensar un poquito. Dejar atrás la familia, las hermanas, la sobrina. El corazón aprieta. Un breve Londres y después de nuevo África.

2. Inevitable y frívola comparación. Caracas es una ciudad de pasión. Caracas pasa por uno. Se impone, no flirtea. Es obvia y arrolla los sentidos. Es macho y hembra a la vez. No brinda lugar al dejo de la seducción. Es o no. Se le odia o se le adora. Londres en cambio es masculina. Indiscernible en el primer encuentro. Retraída, con la feminidad oculta tras tanto gris y transeúntes sin vista. Pero es cómoda. Uno es el cazador y no el cazado. El seductor y no el seducido. Uno escoge el Londres que quiere y ese es el que se disfruta. Ni más ni menos.

3. El Museo Británico.Sólo se puede decir que es maravilloso. Cuando se le visita no cabe el asombro ante tanta compilación y acumulación de conocimientos. Casi se le agradece a los británicos el saqueo e invasión de culturas. Cada pieza tiene su azarosa historia. Humildemente en medio de la inmensidad de cualquier sala deja al visitante avisado y avezado traslucir lo que pudo ser su periplo. Allí esa pieza tan chiquitica, mediana o grande en medio de ese edificio con ínfulas de planeta. Cada vez que me quedo en Londres, el MB es una visita de rigor.

4. Hablando de museos… Llegué de Caracas y aunque no estuve mucho de ronda museística si puedo decir que nuestra Galería de Arte Nacional tuvo dos muestras de altísimo nivel. La de piezas pre-colombinas venezolanas y «Reacción y controversia en el arte venezolano». Estas dos exposiciones sin duda no tienen nada que envidiarle a cualquiera del Británico.

Entre sus méritos están:
– Reconciliar al visitante con el país porque es una clara demostración de que si hay instituciones que funcionan, gente que piensa, y enormes tesoros nacionales.
– Las investigaciones y curadurías son evidentemente impecables.
– La museografía es bastante buena. Cómo no, hay gazapillos, pero de eso no se exime ni el Británico.
– Lo mejor es que son exposiciones venezolanas. Sin necesidad de tildarlas de bolivarianas o ubicarlas en una u otra república o someterlas a una revisión constituyente o reconstituyente.

Este último punto es importante. Para los que estamos lejos pero que no hemos emigrado, es importante reconocernos en un espejo que ofrezca imágenes venturosas de nuestra patria cada vez que regresamos de visita. Gracias GAN.

Vista desde Tank Hill en Kampala, desde donde se aprecia el Lago Victoria.
Vista desde Tank Hill en Kampala, desde donde se aprecia el Lago Victoria.

5. De nuevo en el avión. Ver el Lago Victoria por la ventana. Sentir el golpe tibio de la atmósfera de Entebbe. Los olores dulces. Salimos de la península, atravesamos Kampala y llego a la casa en Munyonyo. En el trayecto los matatus (autobusetas kamikase), boda-boda (taxis motonetas), ráfagas fugaces de música, lingali, salsa africana, las bicicletas cargadas de matoke (variedad de banana, que constituye la comida nacional), las mujeres con la carga en la cabeza y el niño detrás a cuestas. Llego al hogar, a mi rutina, a la paradoja de ser ex-patriada.

Llego a Uganda.

Esta fue mi primera casa en Uganda y en ella viví por dos años.
Esta fue mi primera casa en Uganda y en ella viví por dos años. Cerca del Lago Victoria en Munyonyo, Kampala.

2 comentarios sobre “Caracas – Londres – Kampala

  1. Hola Kira. Mi nombre es Raiza Hernandez (Portman), no se si te acuerdas de mi pero estudiamos un par de clases en la UCV en la escuela de periodismo. Me encanta encontrar un espacio donde pueda sentirme un poco mas cerca de Venezuela y de la persona que fuí hace tiempo atrás. Probablemente tú todavía no eres víctima de la alienación inexorable resultado de no ser o estar ni aquí ni allá. Me gustó mucho tu entrega sobre los sentimientos que uno tiene cuando llega uno a otros lugares; o el lugar que se convierte en tu residencia. Después de 11 años de exilio autoimpuesto todavía recuerdo y siento la emoción apretando por dentro de cuando llegué a Manhattan con mis tres maleticas. Comentaré pronto sobretodo a esas notas que están tan solitas.

    Hola Raiza, no estoy segura de si la cara que recuerdo es la misma de tu nombre. Perdona esa. Pero igual bienvenida. Yo la verdad es que todavía no me siento de ningún sitio sino de Venezuela, sobre todo porque no quemé mis velas al irme. Me fui de trabajo por un año y por cosas de la vida todavía estoy fuera pero con todos mis peroles allá. Cuando tengas un chance cuéntame qué haces y cómo te está yendo…

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