
Kampala es la capital de Uganda. Viví en ella por cinco años.
Había olvidado el olor dulzón que tiene el país, que me sirvió de grato recordatorio una vez salí del avión. La vista del Lago Victoria que se pierde en el horizonte es una hermosa bienvenida al que aterriza por primera vez aquí. Es un mar que no es mar. Y por ello a veces da la impresión de que se va a desbordar para inundar todo con su azul.
Mientras recorría el camino desde Entebbe, donde está el aeropuerto, hasta Kampala, pude ver los cambios que sólo se notan con una ausencia más o menos prolongada. Nuevos hoteles aquí o allá o mejoras en los caminos. Pero sobre todo noté lo que es el paisaje de mi memoria. Las cosas que no cambian y no han cambiado. La presencia de los zumbantes matatus (autobusetas), de las riesgosas boda boda (motonetas taxi), de las ventas a la vera del camino, del verde del matoke (una especie de banano que es la comida principal), el polvo rojo irreductible de la tierra ugandesa que lo invade todo.
La sensación que he tenido en estos días es extraña porque otra vez me siento en casa aunque éste no es mi país. Y me dí cuenta de que es que tengo esta tierra en mí. De que extraño las picardías de mis amigos ugandeses, la amigabilidad de la gente, la alegría de la vida por encima de cualquier tragedia, de la música bullosa y llena de color, así como el aire rural que se respira en esta ciudad, el paso del tiempo relentoso, los cambios a ritmo imperceptible.
Es bueno estar en casa. Es bueno que ciertas cosas no cambien y que uno las reencuentre tal y como las tiene dentro de sí.
Y así también me encontré con la memoria de los atardeceres que tanto me llenaron de nostalgia por los de Caracas, porque explotan igual con naranjas y rosados sobre el cielo de Kampala.
Los atardecers de Kampala se deben parecer mucho a los de Baquisimeto – ciudad crepuscular –
:D
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El placer del reencuentro, el descubrimiento del pasado es tan emocionante como la expectativa de lo desconocido
¿Qué idioma se habla en Uganda? Saludos
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Genial… ee atardecer es como para untar en una galleta y comer de a poco
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¡Qué texto tan hermoso! Logré sentir tu nostalgia, Kira. Me impresionó eso de que, en los atardeceres, te sentiste también en Caracas. Supongo que habrá otra cosa, además de los colores del cielo. No sé, eso de la gente amable, aunque también podamos ser tan violentos. Tu blog, sin duda, es de visitar con frecuencia. Gracias por textos como este. Saludos
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Aquì hay otra que piensa que tu texto es hermoso y que vale la pena recorrer contigo tus caminos. Qué bueno haber descubierto tu blog, gracias a la sugerencia del visitante anterior. Saludos.
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