Conviene la tristeza
necesaria, no olvidar
el beso ácido del tiempo, telaraña
disimulada en los racimos,
enmascarada sombra, pan de hielo;
no olvidarse del llanto o la fatiga
de los que sufren o se cansan, de la exacta
nomenclatura del dolor,
ni del aliento sin alias del herido;
no olvidarse.
Conviene incluso la nostalgia,
con su disfraz de pájaro y su música
tan pobre de organillo.
Pero luego
bucearemos sin miedo a las corrientes,
brindaremos brincando muy desnudos
sobre el país en ascuas y, aunque sea
como arropar la nieve,
abrazaremos la alegría y cruzaremos
la vida -esa frontera
entre paréntesis de humo-
como el equilibrista ciego:
sin medir el alambre a cada paso.
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Encontré este poema en el blog Contrabandos de Juan Antonio Bermúdez y quise dejárselos de regalo de nuevo año a todos ustedes.
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Este fue uno de los post que se me que quedaron en el tintero y era el primero del año.
Me gusta demasiado el poema y no quise dejar de compartirlo.
Algo hicistes q perdi tu feed, luego te sumo desde el trabajo.
Veo q cambiastes el header pero dudo q sea eso…
Despues te cuento del viaje, faltan dos meses y estoy empepado con un sitio llamado Siwa :-)
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