El Ávila al atardecer
Tuve un periplo de 5 días entre que salí de Venezuela y volví a Bangladesh. 4 continentes en 5 días. América, Europa, África y Asia. Aún ando pagando las consecuencias de jet lag y cansancio, pero bien valió la pena visitar a la familia, ver los colores de El Ávila de nuevo y caminarme alguito Caracas para confirmarme porqué a pesar de todo la amo. Caracas es como la familia, que la sigues queriendo aunque te trate mal.
Hubo encuentros con amigos blogueros. Nos «rascamos las orejas» entre varios, esta vez en vivo y directo, con cafés, tés y cervezas de por medio. Hubo despedidas también. Por una triste fortuna, dos días antes de irme, pude acercarme a decirle adiós a Adriano. Esto último le dio mayor melancolía a mi partida, porque irremediablemente los afectos se van, se desvanecen con la distancia y el tiempo mientras uno se engaña pensando que todo seguirá igual como uno lo dejó. El regreso hace notar con amargura que el café del Gran café ya no es el mismo, aturdido de crema con pepitas de colores en ella, que el bulevar ha perdido fachadas ante los avisos comerciales, que el centro ya no es el mismo, que ahora hay casas y edificios fantasmas por doquier, basura donde no la había, vandalismo desatado de grafiteros, avisos políticos rojos rojitos bien iluminados… otra Caracas dentro de la que es nuestra y añoramos.
En ese casi mes y medio en Venezuela, no escribí nada acá. Y una y otra vez me pregunté si tendría sentido seguir… porque la ruta de repente se me perdió entre tanto rollo político. Pero soy obstinada y terca. No he alcanzado ese punto de estar completamente contenta con el blog, de haberlo desarrollado como quisiera así que seguiré un rato más y posiblemente destierre la política a otro espacio donde le dé toda la atención que también me ocupa. Pero igual veremos que pasa. Todo puede cambiar y de hecho lo hace.
No tengo propósitos concretos para este año. No los tengo desde hace varios porque en mi vida siempre los cambios aparecen de forma inesperada y subrepticia, no sólo en las geografías dónde me encuentro, sino en los caprichosos climas interiores.
Tengo demasiadas entradas pendientes. Fotos que subir al flickr, etc…
Con calmita entonces.
A dormir, a recuperar lo que haga falta. A rearmar el closet y guardar las maletas.
A respirar Bangladesh y empezar a subir fotos, recabar historias, anotar encuentros.
Y recomenzar…
Te esparamos en el próximo viaje
Me gustaMe gusta
Que bueno que disfrutaste tu viaje…
Me gustaMe gusta
Querida Kira: me alegra mucho que hayamos podido vernos en Caracas, precisamente en esa cafetería donde pasé tantas horas de mi periplo universitario. He leído el libro de Karl Krispin y la verdad me encantó, gracias por recomendármelo.
Por favor, no dejes de avisarme cuando te pases por Barcelona de nuevo. Te debo todavía ese café (canjeable también por un vino).
Y por cierto, he resucitado mi blog OTRA VEZ, solo que en Wodpress. El link sigue siendo el mismo con el que firmo este comentario.
Un abrazo y que lo pases muy bien. Por cierto, que buena tu foto del Ávila.
Me gustaMe gusta
Los cambios casi siempre son subrepticios e inesperados, no es malo, tal vez sólo un poco súbito pero hasta a eso se acostumbra uno, increiblemente.
Los climas interiores? Amiga mía, esos nos dicen cúan vivas estamos.
Abrazos,
OA
Me gustaMe gusta
Siempre es agradable leer tus vivencias y percepciones, tienes algo agradable en tus escritos, eres como vino bueno en forma literaria…
Caracas siempre será nuestra famila, la cual no escogimos, pero somos parte de ella.
Saludos..
W.
Me gustaMe gusta
Hola Kira! Lástima de no vernos. Cosas de la rutina. Espero verte en tu próximo viaje. Bella la foto de nuestro Avila en la tarde, esos tonos cambiantes con las nubes me revitalizan, no tienen parangón. Un beso!
La palabra anti-spam es ESabato :-)
Me gustaMe gusta