Ranteo de medianoche

Hay algo que es común a todos los que escribimos por afición, vocación o compulsión. La necesidad de expresarnos. Y a todos los que blogueamos, además, la de entablar comunicación y establecer una de esas conexiones azarosas e inesperadas que nos hacen reconciliarnos con el mundo.

Escribir es un acto íntimo. Y lo es más que el de la conversación. No gozamos de nuestra expresión corporal para apoyarnos por lo que debemos ser más precisos y en mi opinión dejamos ver mucho más de nosotros. De alguna forma ponemos nuestra vulnerabilidad al descubierto y de otra, ello nos hace sólidos. No sé si me explico… pero creo que me entienden.

Escribir también es un acto de liberación. A las aprensiones, a los prejuicios que nos hace limitarnos como seres sensibles y ávidos de contacto. A superar la paradoja del hombre, de ser un animal gregario pero que padece de soledad inmanente, existencial.

En estos días he tenido la epifanía de que en realidad todos estamos conectados, pero que no sabemos ver los finos hilos que nos unen. Hemos como especie, desaprendido a ver la conexión entre nosotros. ¿O quizás nunca lo supimos y estamos aprendiendo apenas? …No sé.

Es posible que nunca superemos la soledad existencial, pero por lo menos podemos asumirla y vivirla acompañados. Unos con más éxito que otros y … en eso estamos.

Mi padre, el inmigrante – Vicente Gerbasi

Canoabo 1917. Del archivo de fotos en vicentegerbasi.net. El padre del poeta a la derecha en la foto.
Canoabo 1917. Del archivo de fotos en vicentegerbasi.net. El padre del poeta a la derecha en la foto.

Yo no le había prestado mucha atención a la poesía de Gerbasi cuando estaba en Venezuela. El año que me fui hacía casi uno del fallecimiento de mi padre.

Estar lejos le limpia los lentes a uno. Hace apreciar más las resonancias y atributos de nuestro idioma. Estar lejos también crea avidez por lo que se añora. Nos hace buscar, hurgar, inquirir y regocijarnos cuando encontramos una remembranza de lo que consideramos nuestro: un buen café, una tonada, expresiones coloquiales, paisajes que se nos escapan. A mí me hizo aún más ávida de la literatura nuestra. Si ya la apreciaba, la lejanía me permitió hacerla mía totalmente.

Así fue como encontré de nuevo a Gerbasi. Quien no sólo alumbra con imágenes las añoranzas que podamos tener, sino que en mi caso, hace presente a mi padre, quien fuera inmigrante, al igual que el suyo. Al igual que el de mucha otra gente en Venezuela.

Aquí tres de los cantos de su obra Mi padre, el inmigrante.

Canto I
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores,
donde vive el almendro, el niño y el leopardo.
Atrás quedan los días, con lagos, nieves, renos,
con volcanes adustos, con selvas hechizadas
donde moran las sombras azules del espanto.
Atrás quedan las tumbas al pie de los cipreses,
solos en la tristeza de lejanas estrellas.
Atrás quedan las glorias como antorchas que apagan
ráfagas seculares.
Atrás quedan las puertas quejándose en el viento.
Atrás queda la angustia con espejos celestes.
Atrás el tiempo queda como drama en el hombre:
engendrador de vida, engendrador de muerte.
El tiempo que levanta y desgasta columnas,
y murmura en las olas milenarias del mar.
Atrás queda la luz bañando las montañas,
los parques de los niños y los blancos altares.
Pero también la noche con ciudades dolientes,
la noche cotidiana, la que no es noche aún,
sino descanso breve que tiembla en las luciérnagas
o pasa por las almas con golpes de agonía.
La noche que desciende de nuevo hacia la luz,
despertando las flores en valles taciturnos,
refrescando el regazo del agua en las montañas,
lanzando los caballos hacia azules riberas,
mientras la eternidad, entre luces de oro,
avanza silenciosa por prados siderales.

Canto V
A veces caigo en mí, como viniendo de ti,
y me recojo en una tristeza inmóvil,
como una bandera que ha olvidado el viento.
Por mis sentidos pasan ángeles del crepúsculo
y lentos me aprisionan los círculos nocturnos.
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Escucha. Yo te llamo desde un reloj de piedra,
donde caen las sombras, donde el silencio cae.

Canto X
¿Qué fuego de tiniebla, qué círculo de trueno,
cayó sobre tu frente cuando viste esta tierra?
Pasaron costas negras, arbustos inflamados,
barcas con piña, coco, bananas, chirimoyas,
sobre un mar tenebroso con medusas y anémonas.
Y pararon caminos, zamuros, caseríos,
y un niño sin parientes pasar por la llanura,
y un vaquero llamando la sombra del ganado.
Una puerta caliente se abrió para tu vida.
Te llamaron las aguas con sus lenguas oscuras,
los pájaros con gritos, y animales dolientes
que lloran largamente en el alto follaje.
Y llegaste a la puerta de la casa del brujo,
de cuyo techo cuelgan gruesas hojas moradas,
semillas venenosas, corazones de pájaros.
Y viste la melaza correr en los trapiches.
Y el toro que en la tarde avanza hacia la muerte,
atado a dos caballos,
Y viste la serpiente de agua retorcida,
que en la penumbra ahoga a la vaca sedienta.
Y anduviste de noche entre las mariposas
de luto, que visitan los ranchos tenebrosos,
donde habita la fiebre de labios amarillos.
Y viste danzar llamas, las llamas del Tirano,
seguido por el canto del aguaitacamino,
que avanza, misterioso, junto al paso del hombre.
Y dormiste entre hormigas, arañas y escorpiones.
Y grandes flores lilas, con brillos siderales,
se abrieron en tu sueño de encendidos diamantes.

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La página oficial de VIcente Gerbasi: http://www.vicentegerbasi.net/

Hermoso artículo de Cleto de Assis sobre el poeta http://cdeassis.wordpress.com/vicente-gerbasi-o-poeta-de-canoabo/

La foto proviene del archivo público de sus fotos en http://www.vicentegerbasi.net/

Píldora de Cioran

Ando medio depre y tomé la recomendación de Khandika.
Preocuparse por Venezuela y rasgarse las vestiduras desde Bangladesh está como que causando estragos en mí. Hoy me fui en lágrimas cuando unos carricitos le cayeron a pedradas a un cachorro. Y el pobre animal chillando sin entender nada y todavía moviendo la colita acercándoseles. ¿Cuál es que es la canción que pregunta adónde se fue el amor? O como que hay muchas con el mismo tema. En fin.

Pero la red (gracias Señor -si es que estás ahí – por la de cada día) me suple a veces de las píldoras regeneradoras del espíritu. Y así a falta de los cioranes dejados en Caracas encuentro entre varias esta píldora que me hace sentir mejor y que me viene al caso pero por otras razones.

Un fragmento de una entrevista realizada en París en 1983, por Hans-Jürgen Heinrichs. Publicada en el número 373 de la revista francesa «Le Magazine Littéraire�. Cuya traducción está aquí, y la cual si no me equivoco leí en Conversaciones con Cioran deTusquets.

[A partir de hoy dieta de periódico por unos días]

Las contradicciones – Emile Cioran

Siempre he vivido en medio de contradicciones y nunca he sufrido, Si hubiera sido un sistemático, tendría que haber mentido para encontrar una solución. Ahora bien, no sólo acepté ese carácter insoluble de las cosas, sino que incluso encontré en ello cierta voluptuosidad, la voluptuosidad de lo insoluble. Nunca busqué reunir o, como dicen los franceses, conciliar lo irreconciliable. Siempre tomé las contradicciones como venían, tanto en mi vida privada como en teoría. Nunca tuve una meta, nunca busqué ningún resultado. Creo que no puede haberlos, ni en general ni en lo personal. Todo es no sin sentido -la palabra me disgusta un poco- sino sin necesidad […]

Normalmente, de haber sido enteramente consecuente conmigo mismo, no hubiera debido hacer nada en absoluto. Al hacer algo, de alguna forma me contradije, viví en la contradicción.

Pero, toda vida, creo, está, en el fondo, condenada a la contradicción. Quisiera contar algo un tanto idiota: uno va a un cementerio -es un hecho banal- y se entera por una lápida que un amigo, con quien había estado riendo unos días antes, ha desaparecido sin dejar rastro, ¿cómo se puede, después de eso, construir un sistema? ¿Para mí es inconcebible! Uno de mis conocidos, a quien yo quería mucho, un judío polaco, un hombre muy interesante y simpático, con quien yo había bromeado acerca de todo -él era mucho más nihilista que yo- pero… ante su tumba, para mí era, ¿cómo decirlo…?

Es banal, todo el mundo ha experimentado esa sensación… Pero cuando traducimos eso en filosofía, ¿cuál es la conclusión? La conclusión es ésta: incluso el nihilismo es un dogma. Todo es ridículo, sin sustancia, pura ficción. Es por eso que no soy un nihilista, porque la nada es aún un programa. En la base, nada es importante. Todo existe sólo en la superficie, todo es posible, todo es un drama.

Existe, claro, el amor -y con frecuencia me he preguntado: cuando uno ya adivinó todo y todo ha penetrado con la mirada ¿cómo se puede uno prendar de algo? Sin embargo, sucede […] Es incluso lo más verdadero e interesante en la vida. Quisiera terminar esta reflexión con un toque de optimismo: la vida es realmente interesante y atractiva porque, por encima de todo, no tiene ningún sentido. Y, para hablar de eso, doy siempre un ejemplo: se puede dudar absolutamente de todo, afirmarse como nihilista, y sin embargo enamorarse como el mayor idiota. Esa imposibilidad teórica de la pasión, pero que la vida real no cesa de hacer palpable en nosotros, hace que la vida tenga un encanto verdadero, irrefutable, irresistible. Uno sufre, se ríe de ese sufrimiento, hace lo que quiere, pero esa contradicción fundamental es tal vez lo que hace que la vida valga aún la pena de ser vivida…