El mundo en la calle frente a mi casa

Ayer vi como mataban a un hombre.

Eran las dos y algo de la madrugada. Habíamos llegado tarde de una cena y al poco de apagar la luz para dormir, oímos en la distancia gritos de auxilio. Luego los perros de la casa empezaron a ladrar y al poco escuchamos al guardia gritarle a alguien que se fuera.

Nos asomamos por la ventana y lo vimos amenazando con una roca a un muchacho, quien caminando por el jardín con una bolsa en la mano se acercaba al muro opuesto para saltar a la casa vecina. Era un ladrón. Había brincado dentro tratando de esconderse de sus perseguidores.

Salimos al jardín y en compañía del guardia, calle abajo veíamos luces de linternas y oíamos gritos en la lengua local. Finalmente, empezamos a escuchar también golpes secos. El guardia nos dijo sonriendo: ¡Ese hombre va a morir!

La elevación del terreno nos permitió ver casi todo. En medio de un grupo como de diez, subía el muchacho maniatado mientras era golpeado con un tubo y planeado con un machete. Por la calle bajaban motonetas y un minibús medio lleno de gente al encuentro del grupo. En la calle frente a la casa convergieron y entonces fueron más de veinte. Entre ellos una mujer que animaba la golpiza.

Allí el linchamiento llegó a su clímax. Todos golpeaban al hombre y las motonetas le pasaban por encima repetidamente hasta que ya no se oyeron sus gritos. El tubo y el machete bajaban sin descanso sobre él. Presenciamos todo paralizados de horror y desconcierto sin saber qué hacer. Tratamos de llamar a la policía, pero nadie contestaba el teléfono. El hombre había robado el bolso de una mujer en uno de los barcitos de la avenida principal. La misma que se hacía oír en medio de los golpes. Nadie tuvo compasión. En breve, la mayoría se retiró dando por terminado el asunto. Ya dentro de la casa oímos más golpes secos. Pocos. El remate.

La policía llegó más tarde a llevarse el cuerpo.

En esta tierra africana la vida no tiene valor. En Uganda, la matanza de ladrones es casi una celebración y solo la aparición oportuna de la policía les puede garantizar la vida. En los pueblos y caseríos del interior el castigo se extiende a la familia del ofensor y su casa es quemada hasta los cimientos. Solución final para que no se extienda el mal del latrocinio.

El robo se cura con asesinato. Nadie es culpable, sólo el ladrón. No hay quien responda «Fuenteovejuna, señor». Nadie pregunta tampoco.

En casa traté de orar por el poble diablo, por los que lo mataron, por nosotros y no me salió nada porque no hay Dios posibe en circunstancias como ésta. Últimamente pienso que no lo está en ninguna. Me tienta intentar hablar de lo humano y lo divino quizás para encontrarle sentido a lo que vi, pero lo dejo así porque en el fondo no hay nada de ello en esta historia. Pasó y punto.

Se me redujo el mundo anoche a la calle frente a mi casa. La misma demencia que castiga con la muerte a un ladronzuelo que no puede con su pobreza se me antoja como la misma que está castigando al mundo. Una venganza perpetua.

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Recuerdo de Alejandro Salas

Me crucé con tu poema y terminantes, entre paréntesis, el año de tu nacimiento y de éste, definitivo, que señalaba así de sobrio el de tu muerte.

Recuerdo que cuando apareció Erotia, la intensidad de esos versos causaron asombro y evidenciaron cierta paraplejia mental de algunos seres del medio que no concebían tanta sexualidad proveniente de la figura delgada, con lentes, un tanto desgarbada más propia del ratón de biblioteca que proyectabas.

Erotia arrebató asombro, respeto y tambien un dejito de envidia ante el verso auténtico y por tanto difícil que muchos eran incapaces de producir sin miedo en sus propias frases, en su poesía o demás escritos, a la hora de explorar la carne.

Recuerdo también que al contrario de todos los escritores que he conocido le rogabas a Liscano, tu editor y a Milla tu distribuidor que cero bautizos, fiestas, recitales o foros. Te resignaste a aceptar la idea de las concebidas gacetillas y el ejemplar de cortesía a la prensa. Lo mismo con la antología de poesía venezolana editada por Milla, la cual (a lo mejor recuerdo mal) fue presentada por Armando Sequera contando con tu ausencia o no fue presentada en absoluto?

No menciono estos detalles por maluquería con los escritores a quienes la vanidad, el ego o el querer ser reconocidos o simplemente leídos a veces los traiciona y los hace perder asidero con la tierra, sino para resaltar el contraste de que así de callado y con una modestia a toda prueba, tu vida era escribir, investigar, traducir, hacer grabados, y demás ejercicios de libertad que se me escapa en este momento enumerar. En ti se me autenticaba lo del escritor escribe para sí. Publicar, difundir era ya darle a esa entidad creada en el poema, el ensayo o las traducciones de Ashberry en ediciones limitadas, en cualquier obra producto de tu mano, el empujoncito del padre a la criatura cuando le dice que salga al mundo porque ahora es suyo a encontrarse o perderse entre los otros. Un acto de liberación más que de confrontación con el otro.

Eras un ave rara, porque justamente mi trabajo en ese entonces y por varios años lo fue el de promover las obras y los autores editados por la casa editorial de turno a como diera lugar y tú, para mi desespero, no colaborabas.

Esa extrañeza se convirtió en admiración, años más tarde, cuando tuve la madurez suficiente de entender la paz de espíritu, la seguridad y satisfacción que se debe tener consigo mismo para no requerir del gesto aprobatorio de los colegas o de los lectores. Auténtica modestia. Rara avis.

Así te tenía en mi memoria hasta que hace un par de años, de visita en Caracas, reanudamos la charla que alguna vez empezamos en las oficinas de Alfadil y que continuaban en esporádicos, fortuitos encuentros en alguna librería o en los pasillos de la GAN con años de por medio. Sonia Casanova, tu compinche de la galería, nos hizo coincidir de nuevo y la conversación continuó quedando en vilo cuando me tuve que regresar para una próxima vez que ya no será, porque el que ha partido ahora eres tú.

La vida es finita. Chiquita ante el destino sin certezas que nos traga y regurgita como le da la gana. Ese destino que eventualmente nos pasa el suiche, nos borra o nos vindica.

No tuvistes la intención y sin quererlo finalmente se hace presente tu paso por nuestras vidas. Las de quienes te conocimos en la brevedad de encuentros esporádicos (y entonces guardábamos esta admiración), las de tus amigos, la de tu esposa. Las de quienes no necesitan sino publicar un poema tuyo y dar a entender todo, constatar tu legado y establecer en el acto, tu huella.

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Chávez o el terror en las palabras

Con estupor de nuevo veo en la pantalla del televisor imágenes que pensaría corresponden a otro país diferente del mío. Desde la distancia, con horror de nuevo leo en la prensa digital venezolana cómo varios periodistas fueron golpeados e insultados por los… ¿Cómo llamarles? ¿Manifestantes pro-gobierno, violentos (al estilo colombiano), bolivarianistas, chavistas, …? Se me acaban los eufemismos. ¿Por qué manifestantes a favor del gobierno utilizan la violencia y amenazas terroristas en contra de instituciones establecidas por el mismo gobierno? ¿Por qué líderes políticos del gobierno prometen huelgas de hambre y amenazan a aquellos que no siguen su línea de pensamiento?

A lo sucedido en estos últimos días en el país no se le puede tildar sino de terrorismo, simple y llanamente. Terrorismo verbal, terrorismo de bala. Amenazas verbales contra la vida y bienestar de las personas, y acciones violentas para amedrentar a aquellos que muestran una tendencia contraria a la política e ideología del gobierno.

Nunca pensé que aparte del terror de salir tarde en la noche, tuviera ahora que considerar en mi país el terror a disentir. A escribir un artículo y declarar “yo opino”.

Durante su lanzamiento como líder político civil, su campaña y su posterior victoria me asombraba la cantidad de personas vinculadas a oficios intelectuales como la escritura, la enseñanza y el pensamiento que apoyaban enardecidamente a Chávez. Muchos de ellos hoy denuestan de él y lo bañan de improperios en cada oportunidad o son miembros activos de la oposición.

El discurso estuvo allí desde el principio, sembrando rencor, odio social, odio racial, … intolerancia y violencia a través del irrespeto, el flagrante insulto. Las palabras usadas sin ningún tipo de conocimiento o consideración hasta cambiaron de connotación en su uso cotidiano. No hacía falta ser Umberto Eco para darse cuenta. ¿Era producto ese lenguaje de su proveniencia humilde y llanera? ¿Un toque folclórico de su habilidad coplera nada más, cómo algunos justificaban?

La preocupación que me causaba oírlo hablar no era porque formase parte de la “élite privilegiada”, de la clase media o porque su colorcito no me complaciera (yo también tengo mi colorcito), sino porque realmente me daba miedo lo que decía. Y ese miedo se ha hecho realidad.

Terror en las palabras

Mucha gente, no chavista, en un principio subestimó el lenguaje usado por el presidente. Creyeron que el palabrerío de cada discurso sería llevado por el viento y que todo, después de la resaca del día siguiente, sería olvidado. Luego vinieron la primera invasión, la ley de tierras, el decreto sobre la educación. Hoy, esa gente que sencillamente no era partidaria de Chávez porque prefería otra opción es hoy anti-chavista. Porque esas amenazas que parecían sólo producto del enardecimiento de los mítines con el tiempo se fueron volviendo realidad.

El presidente se ha convertido, para mí, en el terror en las palabras. El terror a perder libertades y derechos. El terror a ser agredido por el color de la piel, por el estatus social, por la diferencia de opiniones. El terror a ser perseguido, espiado, el terror a ser invadido, despojado de la propiedad o incluso de la nacionalidad, el terror, en fin a perder los derechos humanos que Venezuela refrenda en su constitución, pero que al parecer son letra muerta para los decires del presidente y sus acólitos.

Pensar que su discurso no es premeditado sería caer en la misma ingenuidad anacrónica en la que cayeron los despechados de su “traición”, hoy acérrimos anti-chavistas.

A las palabras del presidente no se las ha llevado el viento, ahora tenemos grupos paramilitares terroristas en el país gracias a su verbo. Grupos con nombre que se arrogan el privilegio de estar más allá de Dios y el Diablo, que están segurísimos de tener la razón sin cabida para ninguna duda. Grupos que brindan conferencias de prensa, portan armamento militar de alto calibre y poder de destrucción. Grupos que dan los nombres de los que están en su diana.

Sin duda es urgente e importante saber quién está detrás de estos grupos y de otros que seguramente surgirán, quién los financia, etc.

Pero, así como el presidente hace y deshace con las palabras sin ningún tipo de mesura, así también la otra cara de la moneda, la de la oposición también me hace erizar de alarma.

La otra cara, el otro verbo que es el mismo

La violencia verbal del presidente, es seguida de cerca por la de sus detractores. El insulto fácil aflora en declaraciones y artículos. El juicio terminante en el texto periodístico.

Existe un círculo vicioso ya de no decir nada sino que Chávez es esto o lo otro, lo cual es fácil. Difícil es mantenerse en la mesura, en cuidar el vocabulario porque las palabras son también armas y así como el verbo presidencial ha hecho aflorar el resentimiento social, racial y político, en muchos casos el de la oposición no contribuye en nada a lo contrario.

Estos son tiempos peligrosos. Transición, guerra civil, golpe, matar son palabras en la boca de todos. Casi como mantras están siendo pronunciadas y de seguir siéndolo conjugarán realidades. La tentación de usar los espacios de discusión para contestar al insulto y expresar la indignación con otro insulto está ahí. La rayita que hay que cruzar es demasiado débil y tenue, casi invisible.

La diferencia está en el detalle, en el detalle de las palabras. Las palabras pueden erigir religiones, y construir universos. Las palabras también pueden matar. Pueden matar gente pero también pueden destruir gobiernos.

Y ahora la palabra miedo aflora en la duda… y si estos nuevos grupos de nombre pintoresco y corte terrorista, en realidad, no tuvieran nada que ver con el gobierno o la oposición. Y si realmente fueran estos grupos, unos espontáneos inspirados por la actual situación y las impunidades del 4 de febrero, 27 de noviembre, 11 de abril y demás fechas, que están también buscando su protagonismo histórico, que tratan de tomar el timón.

¿“Las armas están en el pueblo”, señor presidente?

Auto-ayuda criolla o el poder está dentro de los venezolanos

Al leer el periódico me he sentido conmovida al enterarme del acto de fe en la oración que millares de ciudadanos ejercieron este domingo 16 de febrero. Me sentí conmovida pero también conmocionada por la posibilidad de que el país no vea sino en rezar y pedir a Dios por paz y reconciliación la última acción posible.

Además de leer la reseña de este evento, leí la entrevista de Chefi Borzacchini a Antonio Polito. Yo no lo niego ni me da pena, me encantan los horóscopos, las cartas, los cristales, el fen-shui y cualquier cosa que tenga que ver con lo natural y paranormal, así como todo lo que tenga que ver con la religión (todas ellas). Pero sentí el mismo desasosiego, ¿será que nos asiremos a las predicciones de Polito, Adriana u otro astrólogo para tener alguna esperanza de resolución del conflicto que vivimos? Debo decir que me encantan los consejos dominicales en el horóscopo de Adriana, como “la libertad no se mendiga” o “el futuro lo decides tú”.

Una vez una amiga me preguntó si no había leído los libros de Louise Hay, especialmente El poder está dentro de tí en ocasión de comentarle algunos problemas personales que venía teniendo en esos momentos. Yo le contesté que conocía el libro y que me había tocado promoverlo para Editorial Pomaire en su momento, que había comenzado a leerlo pero que, como me pasa con cualquier literatura, si no está bien escrita me descorazono y la abandono. Y que ello me pasaba con casi todos los libros de autoayuda… del primer capítulo generalmente me cuesta pasar. Ella me replicó que a veces bien vale el esfuerzo y que de vez en cuando algo de auto-ayuda no viene mal para salir adelante, porque algunos de los tipcitos son iluminadores para resolver situaciones que venimos atravesando. Pero, mosca, que esos tipcitos no tienen nada que ver con los otros de procedencia dudosa que recibimos por correo electrónico sin pedirlos.

Al recordar esta conversación se me quitó la desazón que sentía. Porque cualquier camino constructivo que busquemos para proveernos de fuerza moral frente a lo que está sucediendo es válido. Mucho más ahora que tenemos restricciones con el cambio y se nos viene encima una ley que nos impedirá decir “yo opino en contra de” o “difiero de” o “yo denuncio”. Y por favor dejemos los eufemismos y la discusiones de semántica. El control de cambio nos refresca en la memoria las restricciones aplicadas por Lusinchi a los medios cuando denunciaban los desmanes de su amante, hoy señora esposa; y la Ley de Contenidos está en contra de lo que aprendemos en cualquier escuela de comunicación social acerca de los derechos a informar y a recibir información. Enseñanzas y principios que parecieran haberle pasado por encima a Juan Barreto, y olvidado por las otrora leyendas del periodismo nacional de quienes tenemos libros y artículos publicados sobre la materia pertenecientes hoy a la realidad de la dimensión desconocida.

Pero todo en esta vida se devuelve, y así como la constitución nacional le está rebotando en la cara a su creador, causándole más de un dolor de cabeza, también lo harán estas medidas, porque nada a la fuerza y en contra de la voluntad de la mayoría perdura y ahí no hay sable que valga, envainado o no. Esto no sólo es un principio del budismo sino una de las leyes de la física, de la metafísica y de la sabiduaría popular: toda acción tiene su reacción, o lo que se hace se devuelve dicho en términos más ligeros.

Con esto que escribo no quiero hacer para nada mofa o restarle importancia a la auto-ayuda, si no lo fuera Oprah no estaría en los papeles y el género no fuera de los más leídos en el mundo entero constituyéndose en el negocio que es. Lo que quiero es tocar el tema de nuestro desasosiego sin la histeria cuasi asesina que ha invadido nuestras emociones en contra del gobierno y sus adeptos, poco saludable por lo demás para todos y la situación en general.

Es difícil no polarizarse en las actuales cirscunstancias, la ecuanimidad de los artículos de Tulio Hernández me deslumbran porque otros columnistas han dejado dicha ecuanimidad para tomar posición definida, declarada y abierta en contra del presidente, dejando de lado el tapujo de adjetivar profusamente acerca de su genio y figura. Y ojo no critico esa ecuanimidad porque es justamente posiciones ecuánimes las que nos pueden ser de más crítica asistencia a la hora de auto-ayudarnos.

¿Cuál sería entonces la mejor auto-ayuda en estos tiempos de cólera? Hablo tonterías, no hay ninguna mejor que otra y todas son buenas porque nacen del espíritu de unidad frente a lo adverso. Es verdad, la gente está deprimida, angustiada y bajo estrés pero reunirse en una marcha a corear consignas es tan terapéutico como caerle a golpes a la foto del jefe como hacen los ejecutivos japoneses y de paso más constructivo. Reunirse a coser banderas, a pintar consignas en pancartas y a firmar nos refuerzan el sentido de importancia de nuestra participación como ciudadanos y dispara nuestra autoestima como venezolanos a lo más alto. Son acciones para construir, elevar el espíritu y dar fuerzas para seguir adelante.

La fase de negación o “denial” como dicen los gurús americanos en “self-help” está pasando. Se está saliendo del sentimiento de incredulidad y resistencia ante la realidad y se están tomando acciones pensadas y concretas para no dejarse vencer por ella. Hay quienes están trazando estrategias de acción. Nadie está esperando al nuevo mesías para liderar a la oposición o cualquier posición con miras a enfocar al país en el rumbo del desarrollo. Quien espere al hacedor de milagros se engaña.

Necesitamos un organizador. No nos hacen falta más CAPs o hugorafaeles que seguir y adorar como semidioses incondicionalmente más allá del bien y del mal. La gente ya no va a ir a votar por un carisma sino por un plan coherente que eleve su nivel de vida. La aprobación de un control de cambio o una Ley de contenidos es creer todavía que el poder es eterno.

Despues de cuarenta años de borreguismo y 4 de catarsis quintorepublicana se sabe lo que se puede hacer, lo que se puede alcanzar en unidad con la participación ciudadana dentro de un espíritu cívico y civilista. Ahora se construirá la estrategia. Se está en eso. No hace falta perder tiempo en darle nombres al gobierno y al presidente. Ni tampoco en preguntarse porqué está pasando esto o porqué a nosotros. Ello no cambia la realidad. Tratar de explicar que la libertad tiene múltiples rostros a quien solo ve su propia cara en ella es un ejercicio fútil.

La participación ciudadana ya no se limita a una vez cada 3, 4, 5 o 6 años. Ni está supeditada a la letra constitucional. De ahora en adelante el verdadero poder, el del quita y pon está en la calle. Y se hará presenta cada vez que haga falta. La soberanía de la gente y el poder intrínseco de su voluntad no es metáfora con la cual se pueda jugar.

Los amigos y su apoyo son bienvenidos, pero la ayuda, la verdadera está dentro de nosotros y es lo que se ha estado haciendo y se seguirá haciendo. El poder está dentro de los venezolanos, porque nadie más tiene responsabilidad sobre el país. Aquellos que promovieron un cambio están siendo víctimas de él, porque jamás lo internalizaron ni proyectaron. Las palabras se quedaron cortas y la visión se quedó miope. Pero el cambio llegó y se queda. Ya no tiene dueño ni nombre. Es de todos.