Categoría: Política

Guapo y apoyado con la dama ciega de su lado

Si leer las noticias políticas venezolanas me tuercen el hígado, la de hoy, del caso de Linda Loaiza, me dieron ganas de vomitar.

Una muchacha que fue secuestrada, torturada, drogada y violada por casi tres meses ha sido convertida en victimaria y el acusado en víctima.

Una jueza de quien por ser mujer uno esperaría cierta solidaridad con Loaiza para hacer imperar el ejercicio de la ley ha absuelto de toda culpa a su captor. La ha mandado a investigar por prostitución a ella, a su padre y a su hermana. Aunque se llegara a comprobar que realmente era prostituta eso no le daba a su captor derecho a encerrarla, mutilarla y violarla repetidas veces. E incluso en el caso de que se llegara a comprobar que él no lo hizo como alega. ¿Cómo es posible que presenciara los maltratos sufridos por ella que casi le cuestan la vida por el daño que sufrieran sus órganos internos y no hiciera nada? El no es ningún don nadie. Su famiia no solo es rica sino influyente como lo demuestra el que saliera libre así no más. Luego de todos los esfuerzos por parte de la parte acusadora de que lo mantuvieran preso.

Definitivamente, el nivel de podredumbre del sistema de justicia venezolano no tiene nada que ver con política. Y si en este caso la sociedad civil no se hace solidaria con esta muchacha sin distingos políticos, definitivamente que tenemos lo que nos merecemos.

Lo único que sigue contando en Venezuela es ser guapo, apoyado y tener la chequera lista.
Y la justicia no sólo es ciega, sino sorda, muda y sinvergüenza.

La información está en http://www.eluniversal.com/2004/10/22/ccs_art_22288BB.shtml y http://www.eluniversal.com/2004/09/22/suc_fot_22A494821.shtml

Ranteo del convidado de piedra

Una visita a la prensa digital y se me tuerce el hígado.

No hemos tocado fondo.

En el momento que de verdad lo toquemos se empezarán a enderezar las cosas. No hablo de salir del chavismo o de volver a «como era antes». Hablo de recuperar la decencia humana, el sentido de civismo, la solidaridad, la honestidad. Hablo de construir sobre esos valores.

A veces pienso que lo mejor es sentarnos a ver como suceden las cosas. Dejar a la revolución sola, que se acomode, que apruebe su ley mordaza, su codigo penal controversial, que colapsen los medios, que colapsen las instituciones, que se institucionalice la norma del «porque lo digo yo y porque sigo siendo el rey» en las decisiones del TSJ, que siga el dólar disparándose para arriba con o sin regulación, que siga el barril de petróleo subiendo y financiando la debacle moral y política del país, para que cuando baje el precio llegue el apocalipsis.

Dejar que pasen las cosas para que se termine de barrer la ética de la viveza y el facilismo, la desmesura de la ambición de poder de los pequeños caciques de cada partido. A ver si surge la ética del servicio, de la conciencia del bien común sobre el personal en el ejercicio político y de la administración pública. Creo que hemos llegado al punto en que no vale la pena salvar nada sino dejar que todo se derrumbe para empezar en tabula rasa. Y para ello no hace falta la oposición, que ya no sabemos si está tratando de salvar nuestra democracia o su parcelita de poder.

Y no. No es eso lo que quiere el chavismo y su revolución. No es la revolución de destruir para inventarse sus nuevas instituciones. A las instituciones meramente les han cambiado los nombres y puesto en papel procedimientos, leyes y reglamentos para su funcionamiento, las cuales irrespetan a la primera oportunidad y lo justifican con el argumento de que la arbitrariedad es consecuensia de que existe una oposición. La revolución de Chávez es la de «ahora me toca a mí» apoyada en una plataforma de acción y discurso populistas. Muchas de los líderes que surgieron con el chavismo no tenían participación política antes. Porque no les interesaba, porque no tenían como obtener un pedacito de protagonismo y oportunidad para satisfacer sus ambiciones de poder personal. Como dice el dicho «dale un carguito y conocerás a Juancito». Ahí están las «comandantas» apoyando la revolución que le cae a palos a las mujeres.

¿Qué antes era igual en la cuarta? Sí. Totalmente de acuerdo y por eso todos estábamos hartos de ella también. No se veía una salida que no fuera mesiánica, cuando apareció Chávez, y ¡zás! todo el mundo fue a votar como borregos al matadero por el señor. Su gestión ha hecho verdadero el dicho de que todo tiempo pasado fue mejor. La gente está empezando a añorar a la cuarta. No por los gobiernos, sino por la armonía entre la gente, por la solidaridad, por el «ustedceo» que honraba el respeto por el otro.

Los medios. Los mártires y adalides de la oposición. Qué libertad de expresión ni que nada. Libertad de negocio es lo que quieren los grandes medios. En la discusión, la entrada de retruque de la libertad de expresión, es como una ñapa. La discusión de la Ley Mordaza está centrada más en cuestionar los horarios y la producción independiente que en la censura que está implícita en la regulación que realmente perjudicará a los medios pequeños, radios comunitarias, televisoras regionales, productores, escritores y periodistas independientes que apelan a impresos alternativos, libros o medios como internet. Los demás se pondrán su bozal de arepa como lo han hecho siempre.

El fraude. El fraude supuesto o verdadero, ya no se sabe. Hasta el CNE anda confundido con el triunfo chavista. No sabe si inscribir más gente sin domicilio conocido y dejar a los muertos en paz en su lista, porque no tiene idea de si la gente se va a abstener o va a ir a votar. No saben si hacer trampa para ganar o que ganarán gracias a la otra trampa. Y si no la hubo, que ganarán porque la gente cree que si la hubo y que la habrá otra vez y que por eso se abstendrán. Así que si ganan en estas elecciones legalmente de todas formas habrán perdido porque nadie creerá que fue en buena lid. Especialmente si Acosta Carléz gana en Carabobo.

Votar por quién. ¡Ah, that is the question! Parece que no le va a quedar a la gente nadie por quien votar porque todo el mundo está renunciando y encima se nos quitó la opción de expresarnos con un voto nulo escribiendo en la boleta: estamos arrechos porque Cristo no vino.

La pelea con la sombra. Así como los boxeadores que pelean con la sombra, está el gobierno. Peleando solo. No tiene contrincante. Ya no lo tiene. Dedique sus energías, comandante, a hacer gobierno. Olvídese de los tristes trasnochados del decreto que en medio del madrugón y su renuncia anunciada por el trisoleado fueron incautos a firmar. ¿Son de verdad amenaza? ¿No ve que a la sartén ya le salió el mango y que lo tiene en su mano? Mande, haga misiones, viaje, predique, goce un mundo mientras le dure porque no es la oposición la que lo va a tumbar. Ni ningunas elecciones. Será la otra revolución, la que está en gérmen. La que se está gestando dentro de los que estamos asistiendo como convidados de piedra al proceso.

El que no quiere a Colón no quiere a su mamá.

Ma, me, mi, mo, mu. Mi mamá me mima.
Si no recuerdo mal esta era la primera lección del silabario que enseñaba a leer a los niños de mi generación. Recuerdo con memoria fotográfica, el rectángulo en la hoja del libro que encapsulaba estas mágicas sílabas. Recuerdo mi asombro de niña de 3 años al caer en cuenta que la combinación de dos letras producían esos sonidos y a su vez que la combinación de sílabas eran las palabras que usaba diariamente para conversar con las personas que formaban parte de mi universo infantil. A partir de allí empezó mi pasión por la lectura.

Quien me enseñara a leer fue una rusa llamada Olga quien tenía un pequeño colegio de preescolar y primaria en Los Dos Caminos, el San Antonio. Las maestras eran la señorita Matilde y su hermana. La señora Olga era amiga de mi abuela y mi padre. Todos inmigrantes de la post-guerra, que encontraron en la Tierra de Gracia de Colón, el paraíso perdido. Un país joven, nuevo, pujante, lleno de gente amable. Europa estaba destruida y Rusia inalcanzable bajo la bota de Stalin.

Supongo que papá quería alguna garantía de continuidad cultural en ponernos en el “San Antonio”, bajo el ala de Olga. Quizás pensara que hablaría ruso con la venerable señora así como lo hacía con mi abuela. Pero Olga, me introdujo a la maravilla de nuestro idioma español. Idioma que determina y unifica nuestra cultura como hispana, y el cual es epítome de nuestra americanidad, gracias al aporte de modismos y voces de distintos orígenes: indígenas, africanos, anglosajones y europeos de posteriores inmigraciones. Y tal es la dimensión de nuestro idioma hoy día que hablar de “correcto español” es casi imposible porque lo que es correcto para un argentino no lo es para un venezolano o colombiano, así como lo que es para un asturiano no lo es para un andaluz. El español es un idioma flexible, elástico, dinámico, y rico en léxico gracias al proceso de conquista, colonización y posterior emancipación de América. Es ese idioma vivo y moderno el que ha sido reconocido y aceptado en la academia gracias a la literatura de nuestro continente. Así que ya ven el español ya no es de España nada más.

Entonces negar nuestra hispanidad no es sólo ridículo a estas alturas de nuestra historia, sino que revela una gran ignorancia de parte de quienes en aras de la reivindicación indígena demonizan figuras como la de Colón, especialmente cuando su intención hace 500 años no era matar indios, cual Hitler renacentista, sino abrir nuevas rutas comerciales para negociar especias con las Indias Orientales. Lo de las Indias Orientales para conocimiento de aquellos que forman parte del movimiento de resistencia indígena moderno en Venezuela, era lo que hoy se conoce como Pakistán, India y Bangladesh. Es decir el continente americano no existía en el mapa del conocimiento de Europa, así como el resto del mundo no existía en el conocimiento de los habitantes originales de este continente. La posterior invasión se debió a la riqueza encontrada, entre otras razones que no caben explicar aquí. Pero este de América no fue un fenómeno aislado y particular de la historia universal. Todas las culturas en este planeta han sufrido invasiones, influencias, conquistas y/o colonizaciones. Es la parte amarga de la dinámica de la historia.

Hoy en día en la esfera de la política internacional, el neocolonialismo existe en forma de dominación económica, superioridad militar, dominio de la información y desarrollo del conocimiento. Particularmente doy más importancia a estos dos últimos.

La ignorancia es una debilidad que nos hace más vulnerables a la alienación ideológica y cultural.

Defenestrar la estatua de Colón -no puede ser por español, porque era Genovés y unos dicen que judío también- tendría que llevar a defenestrar también a Bolívar del pedestal ideológico donde lo tenemos. Habríamos de renegar del nombre de nuestro país República Bolivariana de Venezuela, no una sino dos veces por tener un nombre castizo y ser producto de la gesta de Bolívar, un blanco criollo de origen español. Sería repudiar a todos aquellos que se llamen Jesús, José, Hugo, Adán, Juan y ni se diga de Freddy o William quienes representarían el summum del neocolonismo gringo gracias a sus nombres.

Chorradas.

Tumbar la estatua de Colón al piso y colgarla de un árbol sólo evidencia lo que llamo ignorancia activa. Es decir, aquella que la gente ejerce con orgullo y se niega a superar.

Los quinientos años de arrechera que invocara aporrea.org serán por otra cosa. Por la pobreza que no acaba, por la corrupción que sigue rampante, porque el “proceso” no ha traído ningún cambio sustancial en la calidad de vida. Porque los indios siguen siendo ciudadanos de segunda y sus tierras siguen siendo expoliadas y contaminadas con concesiones mineras y forestales que permitirán el continuar con el orden de tropelías que vive el país, por las indias que se prostituyen o mendigan en las calles de Caracas y quienes, si a ver vamos, seguro un pito importan a los que empujaron la estatua de Colón este 12 de octubre, día de la resistencia indígena nacional gracias a un decreto del Ejecutivo.

Si hoy las culturas indígenas se encuentran en peligro de desaparecer no es por culpa de los españoles de hace 500 años sino de nuestra propia negligencia moderna y mestiza.

Hacia los cinco años, papá nos metió en una pequeña escuela que funcionaba los sábados en las instalaciones del Colegio Francia en La Carlota. Era para que aprendiéramos ruso y otros aspectos de la cultura que heredábamos de él. Hacia los ocho u nueve me rebelé. Un día le dije a papá que no quería seguir yendo, porque yo era venezolana. Hoy aprecio su esfuerzo porque el ruso forma parte de lo que soy, pero como ingrediente vital de mi venezolanidad. Tan vital como el idioma que hablo y en el que pienso. El que define mi identidad en el mundo como venezolana e hispanoamericana. Identidad continental cuyo principal valor es el mestizaje racial y cultural.

Mi madre es venezolana así como mi nacionalidad, mi lengua madre es el español. Mi segundo y cuarto apellidos por línea materna son españoles: Ramírez y Rodríguez, el de origen indígena de mi tatarabuela se lo llevó la memoria, pero está presente en el fenotipo de mi familia materna, en mí y mis hermanas. Y no estoy incluyendo la parte africana también presente. Y mi familia ni siquiera es el mejor ejemplo de herencia española en Venezuela.

El que reniega de lo español como parte de su cultura e identidad latinoamericana, reniega de parte de sí mismo. Es como escupir para arriba. O poniéndolo en criollo, el que lo hace es que no quiere a su mamá.

Publicado en www.analitica.com

Ganó el diablo

No por viejo ni por sabio.

Serán así entonces las cosas. Entraremos en una dictadura completa, y en la pérdida de nuestra identidad para terminar de afiliarnos a un proceso totalmente anacrónico y mal llevado liderado por un personaje al que nunca creí realmente comprometido con la gente ni el país. Tampoco lo creo ahora.

¿Cómo siendo el venezolano rebelde y retrechero ante la coacción de sus libertades y acceso a oportunidades se deja engañar de esta manera? ¿Cómo acepta y refrenda que el presidente insulte a sus compatriotas y a las instituciones del país manejándolas a su conveniencia personal?

¿Será este el principio de un adiós definitivo a lo que se me presenta ahora como una entelequia de país? ¿Será este un final o un principio?

¿Cómo fue que el liderazgo de oposición se haya equivocado de esta manera lanzando a millones de personas a votar para recoger menos cantidad de votos que de firmas para un referendo? ¿Será que erraron en su apreciación y que de verdad para la gente es más importante que le regalen un remedio o una gallina en vez de un futuro? ¿Será cuestión de que le estamos pidiendo demasiado a la miseria, la cual se conforma con la caridad de las misiones? A pesar de todo lo cuestionable en la oposición hay una cosa que creo que no arriesgarían en esta hora y es su credibilidad como aglutinadores de la fe de muchos venezolanos.

Me cuesta creer que no haya habido fraude, pero con la ratificación de los observadores internacionales, se me ha ido la rabia de pensarnos burlados y me queda solo aceptar que la voluntad de la mayoría se impone, o en su defecto, la voluntad del más vivo (me quito el chapó). Y de allí en adelante lo que venga.

O… ¿Será que sí estamos ciegos y que es más fácil pensar que hubo trampa, en vez de aceptar el “reality check” de este proceso electoral?

Entonces sí será amargo tener que convencerme de que pertenezco al país de mi imaginación, a la dimensión desconocida de una nación que creé en mi mente y que nunca fue ni será. A una patria que me duele pero que no tengo ni tuve nunca. Y entonces estaré en la disyuntiva de no saberme de dónde, de no reconocerme en ninguna geografía y de empezar el peor exilio: el de ser extranjera de mí misma.

Y en medio de esa incorporeidad, me quedará solo aspirar a que el presidente gane cierta estatura y ya con este triunfo en sus manos se dedique a hacer un país. A respetar a la gente y a buscar de verdad una reconciliación. Pero al escribir esta nota ya veo el mal comienzo con la muerte de Altamira y sus comentarios. ¿Qué le cuesta aunque sea lamentar la muerte de esa señora y decir que se hará lo posible por encontrar a los culpables?… Como si la cosa no fuera con él. Pero los muertos siempre regresan a cobrarse las deudas, de una u otra forma, más tarde o más temprano. En la vida todo se devuelve.

Este no es el final de la historia sino un episodio más. Quedarán las lecciones aprendidas y les tocará a los líderes administrarlas, dilucidarlas. El reto es mayor ahora. A ver si en vez de coordinarse, la oposición se UNE deslastrándose del pasado y renovándose en la posibilidad del futuro por venir.

Para mí ganó el diablo, la sombra jungueana del país, la rabia, el resentimiento, el retroceso, la falta de conciencia ciudadana y de responsabilidad con la nación y con los otros, la negación… A rezar se ha dicho porque lo que viene es candela.

Publicado en www.elmeollo.net